Los Gay Rodeo, un caballo entre las piernas

 Los Gay Rodeo, un caballo entre las piernas
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Hace poco más de una año y a raíz del estreno del film brokeback mountain, el sector más conservador de la sociedad norteamericana, se rasgaba las vestiduras ante la imagen que las pantallas mostraban, de dos de los iconos del país de las barras y las estrellas, al parecer más intocables. Pero un viajecito a los u.s.a. previa consulta a internet me puso en alerta: o bien esos sectores radicales me estaban tomando el pelo o vivían en la más absoluta desinformación, pues en norteamérica, la figura del cowboy ligada a los rodeos gay, funciona y con éxito, desde hace más de dos décadas.

 

Seguro que más de un retrógrado, al pensar en vaqueros gays, se imagina un grupo de locazas, vestidas de lycra y que espolean con sus tacones a poneys multicolores sacados de las fantasías de un coleccionista de Barbies. ¡Error! Los participantes en los rodeos gays que se organizan de manera habitual y en casi todos los estados de Norteamérica, son chicos fuertotes, de potentes músculos, pelo en pecho (bueno, no siempre) y cuya rudeza no está reñida con la ternura que la que pueden hacer gala, cantando una dulce balada junto a una hoguera donde se calienta café recién hecho. Hemos de tener en cuenta, que la mayoría de sus participantes son gente del campo que han crecido en ambientes rurales, realizando, desde la adolescencia, trabajos agrícolas o relacionados con la ganadería y que encuentran, en estos certámenes, una ocasión idónea para relacionarse con otras personas con las que comparten gustos y aficiones.

ANTE TODO, LA FIESTA
Lo primero que percibimos al llegar a uno de los parque de atracciones donde se suelen celebrar este tipo de acontecimientos es ese olor a fiesta campera, compuesto por el aroma de salchichas, patatas y maíz frito, por lo que cedo al pánico ante la seguridad de que mi precario peso ideal, será un lujo de ayer al finalizar los juegos. Los puestos de comida se combinan con un auténtico mercadillo de artículos, relacionados a partes iguales con el mundo del cowboy y el de la comunidad gay. Botas, pañuelos, hebillas de cinturón, insignias del Arco Iris, sombreros de vaquero, peluches, arneses del más puro estilo S.M., condones y botellas de litro de lubricante…

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El recinto empieza a llenarse tanto de participantes como de público. El morbo está asegurado entre camisas de cuadros, tejanos con chaps, botas camperas, anchos cinturones con hebilla y sombreros de ala ancha. Y lo mejor de todo esto es que no se trata de un mero disfraz; no es solo la forma tradicional de vestir en estos actos, sino la más cómoda y práctica. Las chicas también muestran sus armas de mujer, aunque algunas hasta dan un poco de miedo.

Llegado a los corrales, el olor a barro, heno y estiércol, mezclado con el de los animales, se intensifica. Si alguien me hubiese dicho hace una semana, que no tan solo sería capaz de resistirlo sino que llegaría hasta a excitarme, le hubiera dicho que dejara de drogarse.


LOS GAY RODEOS NO EMPEZARON AYER

Parece que al primero que se le ocurrió celebrar este tipo de rodeos de manera seria, fue a un tal Phil Ragsdale de el estado de Reno. En 1975, hizo un primer intento y aunque se trataba de un evento con fines benéficos (se había previsto que los beneficios que produjera el rodeo, fueran destinados a una asociación dedicada a la tercera edad), se encontró con un montón de barreras; la principal fue la negativa de los rancheros de la zona a cederle animales. Pero Phil era testarudo y un año después, conseguiría reunir un número mínimo de ganado y celebrar el primer rodeo gay, en el que participaron 125 personas y que repartió títulos como Rey de los vaqueros o Reina de las cowgirls.
La cosa se fue afianzando y en 1977 fundó la Asociación Gay del Rodeo de Comstock, dedicando los beneficios que producían sus actividades a la lucha contra la distrofia. Empezaron a parecer, poco a poco, otras asociaciones que montaron rodeos gay en otros lugares del país. Y tal fue el éxito de estos, que en los 80 se crearía la figura del vaquero urbano; ese que se puede pasear tranquilamente por Nueva Cork y que tanto hemos visto en películas de corte homoerótico.
Afianzada ya tanto la figura del cowboy gay como la de los rodeos a los que acude, en 1985 se reunirían todas las asociaciones para formar la Asociación Gay Internacional del Rodeo (IGRA). Desde esta liga, se potencia al resto de asociaciones de todos los estados y se lucha con los problemas con los que se encuentran en los rodeos celebrados en las partes menos liberales del país, donde siguen estando muy mal vistos, recibiendo amenazas de grupos ultra conservadores, aún a pesar de que los beneficios siguen destinándose a causas culturales y humanitarias.
Últimamente estas competiciones han atraído en gran número a público y participantes de la comunidad bear, ya que la idea de fuerza, despreocupación y masculinidad que promueven, son muy cercanas a el ideario oso.

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MACHOTES EN LA ARENA
Empieza el espectáculo y las pruebas son muchas y variadas: Exhibiciones y doma de caballos, montar toros y bueyes, reducirlos y arrastrarlos por los cuernos… y da gusto ver como los poderosos músculos de estos hombres de campo se tensan bajo la tela de algodón 100% de sus camisas y jeans. Pero la más divertida de todas es una prueba creada especialmente para este tipo de rodeos. Se llama Vestir la Cabra y se trata de reducir a uno de estos animales y colocarle tu ropa interior, además de conseguir que permanezca con esta puesta un determinado tiempo, Ver como un par de machotes lucha por colocarle unos cayumbos a un ovino y como se resiste este, nos demuestra que la cabra es un animal nudista por convicción. La megafonía no deja de retumbar con frases como: ¿Pero habéis visto el culito respingón de ese jinete? o ¡Atención a Sam y su fama de mejor semental del círculo de competiciones!. Se otorgan premios consistentes en hebillas de oro, plata o bronce, acompañados de algunos cientos de dólares y los ganadores de cada modalidad, acaban compitiendo en una final que se celebra en Reno. Las jornadas se completan con exhibiciones de fuerza, de cocina y bailes country a media tarde, un verdadero club social que te hace olvidar las ruidosas discotecas y donde se puede intimar con los vaqueros (si hay suerte). Si no, siempre quedan los servicios que se convierten en un verdadero cuarto oscuro o los prados colindantes, para los de gustos más bucólicos.

De vuelta a casa, en el avión, suspiro pensando en esos hombres de ensueño y pienso si en un futuro, contaremos con un Acoso y Derribo, una Doma y Enganche o un Rejoneo gays, Y dejo volar mi imaginación.

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