Deshacerse del síndrome postvacacional

 Deshacerse del síndrome postvacacional
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La frase “el trabajo dignifica” la inventó alguien que en su vida había dado un palo al agua, seguro. El resto de los mortales, esos que tenemos que “dignificarnos” día a día, llegados a estas fechas, ante la necesidad imperiosa de obtener el peculio que nos permite pagar las facturas y llenar el frigorífico, volvemos al lugar de trabajo, en la mayoría de los casos, diametralmente opuesto a lo que se considera vocacional. Y teniendo en cuenta que acabamos de finiquitar nuestras bien merecidas vacaciones y que nos queda aún un largo año para las próximas, no estamos, por así decirlo, para tocar las castañuelas.

Volvemos, tras casi un mes de ocio, a la oficina, la obra, el almacén o el comercio y algo no acaba de funcionar. Tenemos los biorritmos alterados y, aparte de hacer gala de un humor irritable, entramos en un incómodo y desesperante estado depresivo que no es propio de nuestro carácter habitual. Se trata de la “depresión postvacacional”.
Este tipo de desajuste emocional, es aceptado hace relativamente poco, tanto por el mundo de la medicina como por el del trabajo. Hace algunos años (tampoco tantos) era considerado una especie de vicio o dejadez que tan solo sufrían las personas de talante holgazán y poco responsable. Ante tal creencia y bajo el peligro de ser considerado un pésimo profesional, cuando no un vago y un patán, el grueso de los mortales de clase obrera, callaban como tumbas y ocultaban cualquier exteriorización de estos sentimientos. Resultado: parece que esta depresión es una enfermedad moderna.

Sea como fuere, es una experiencia traumática para cualquier mortal el pasar de dorar sus carnes morenas en las blancas arenas de alguna playa paradisíaca, bailar en las más punteras discotecas y ligar con los más impresionantes chulos, a redactar informes y contestar el fax o conducir la hormigonera o el toro.
Una vez más, nos espera la rutina que nos acompañará todos los días laborables (y en el caso de algunos, menos afortunados, los festivos también) y experimentamos una sensación de fastidio al escuchar el sonido cotidiano del despertador. La sensación de incomodidad se transforma en desesperación al coger el autobús, el metro o el coche particular y observar los rostros de los que, al igual de nosotros, parecen condenados a la misma penitencia, sensación que se transforma en un agudo estado depresivo que no se mitiga (al contrario, se agrava), al entrar en relación con los compañeros del curro. No dejamos de añorar los días pasados y esos momentos felices que, dicho sea de paso, en el momento en que ocurrieron, no nos lo parecieron tanto.

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Ese trabajo, ese cargo profesional del que hace tan solo un par de meses, alardeábamos ante los amigos como la panacea del mundo laboral, nos parece ahora una pesada losa, una de esas bolas atadas al tobillo por un grillete, de la que parece que jamás nos libraremos. Algunos caen en tal estado depresivo que necesitan la urgente ayuda de un profesional para superarlo. Otros obtienen una cierta ayuda de la propia empresa (y no es que la misma sea dirigida por buenos samaritanos, es que un empleado feliz trabaja mejor y rinde más) en forma de jornadas reducidas que hagan más soportable el primer mes postvacacional. Incluso las televisiones y cadenas de radio, lanzan consejos, de la mano de psicólogos.

También están esos raros (y patéticos) personajes, que tras quince días de vacaciones, empiezan a pasarse por el trabajo con la excusa de hacer una visita, charlar con los compañeros… A menos que en su empresa, la plantilla esté compuesta por chulazos de campeonato… ¡esos si que necesitan ayuda!

Recomendaciones para superar la depresión:

– Empezar nuestro trabajo en jueves y esa misma tarde, al salir del domicilio laboral, tras una ducha y acicale, correrse una juerga que dure hasta el domingo (intentando pasar desapercibido el viernes, día de impás), donde no falte el sexo más salvaje y el alcohol.
– Al final de cada jornada laboral y sin tan solo pasar por casa, encerrarse en una sauna con una buena provisión de preservativos y una botella de dos litros de lubricante, con la intención de no ser demasiado pajillero con lo que nos podamos encontrar. No se recomienda dilatar durante demasiados días esta práctica, ya que, llegado el momento, la confundiríamos con el verdadero horario laboral.
– Veranear en Cascorro de la Sierra (el culo del mundo, vamos). Tras un mes de abstinencia de… TODO, la vuelta al trabajo nos parecerá una bendición e incluso veremos con ojos tiernos al pobre calvito de la fotocopiadora.
– Hacerse adicto a todos los fascículos coleccionables, que tan a mano nos lo ponen cada septiembre, dada la sempiterna publicidad. En el caso de las series en DVD obtendremos tal reblandecimiento cerebral que cualquier tipo de depresión será inimaginable.
– En caso de trabajar frente a un ordenador, conectarse todo lo posible al Chat e incluso, si la intimidad de nuestro cubículo lo permite, bajarse el porno más guarro y destrozón. Todo en horario laboral, por supuesto. Semejante práctica se convertirá en un más que interesante incentivo para acudir al trabajo.
– En septiembre aún hace calor y un buen recuso pude ser, cargarse el termostato del aire acondicionado de la oficina. Eso nos permitirá gozar, durante unos días, de los compañeros de mejor ver, con la camisa pegada al cuerpo por el sudor, sin contar con los técnicos de reparación que acudirán, raudos y veloces con sus monos de trabajo, sus cuerpos sudorosos y musculados…
– Ocupar el tiempo libre con la familia (hacer compañía a mamá, ir de compras con tu hermano y tu cuñada…). Verás como, tras quince días familiares, las horas de trabajo te parecen una verdadera liberación.
– Pedir un anticipo, a cuenta de la extra de Navidad, llenar el frigorífico de cava y algún que otro precocinado y delicatessen, llamar a alguna de esas agencias de chicos de alquiler pidiendo el chulo más impresionante con la intención de encerrarnos con él en casa y gastárnoslo todo en semejante empresa. Resulta de gran ayuda, la complicidad de algún médico amigo que nos gestione una falsa baja médica, aunque tras varios días de caprichoso llantar y copulaciones salvajes, será facilísimo conseguir una baja real.

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Si puestos en práctica unos, varios o todos estos consejos, la depresión persiste, tal vez sea necesario considerar, muy seriamente, no un cambio laboral, sino un cambio de vida. La búsqueda y captura de un acaudalado caballero, que atento a nuestros encantos, nos retire de la vida mundana, puede ser una óptima solución, salvando el pequeño detalle de que estos caballeros son cada vez más escasos y por lo tanto, buscados. Y tal vez, nuestros pretendidos encantos no sean tantos.

Si este tu caso, suerte. Te va a hacer falta.

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