Federico Garcia Lorca

 Federico Garcia Lorca
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En el panorama cultural español del siglo XX destaca la figura de Federico García Lorca, poeta, dramaturgo, conferenciante, actor, pianista, dibujante, además de un sinfín de aficiones que lo convierten en una de las personalidades más completas del momento, aunque lo asesinasen con tan sólo 38 años, en el momento en que todo nos hace pensar que había iniciado una nueva etapa en su obra, una etapa dominada por querer contar la voz del «amor oscuro».

Su vida y obra van ligadas tanto a un período cultural concreto: el momento en que triunfan los movimientos de vanguardia, como a una cambiante etapa histórica: abdicación de Alfonso XIII, proclamación de la II República y el inicio de la guerra civil española. Hablar de Federico es hablar del Grupo Poético del Veintisiete, de Salvador Dalí, Luis Buñuel, Gregorio Prieto, Ignacio Sánchez-Mejías, de la Residencia de Estudiantes, de Margarita Xirgu, Manuel de Falla, Rafael Alberti, la Argentinita… Pero sus familiares han tendido a silenciar el tema de la homosexualidad, que no sería importante si no fuera determinante en su vida y en su producción literaria. Ian Gibson en su excelente biografía de Federico escribe: «Pese a ser capaz de toda la alegría del mundo, pese a su carisma y a sus múltiples dones, de todos reconocidos, conoce la depresión y sabe con sus huesos, como lo supo Oscar Wilde, lo que es ser tenido, tan injustamente, por repelente y nefasto».

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Federico García Lorca nace el 5 de junio de 1898 en la localidad granadina de Fuente Vaqueros. La infancia de Federico está estrechamente marcada por la figura de doña Vicenta, su madre, quien dado su carácter autoritario se convierte en la persona que una mayor influencia ejercerá en el desarrollo de su personalidad. Lorca pasa su infancia entre la casa de Granada, y El Diván del Tamarit, la finca de veraneo, situada en la Huerta de San Vicente. Sus primeros contactos con el mundo artístico son musicales y muy pronto empieza a tocar el piano, entabla amistad con el maestro Manuel de Falla y con él organiza el primer recital de cante jondo, pero Granada se le queda pequeña y en 1919 se traslada a la Residencia de Estudiantes de Madrid, allí conocerá a Pepín Bello, Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda, Luis Buñuel y, sobre todo, a quien se convertirá en su mejor amigo y cómplice: Salvador Dalí.

Federico empieza a escribir y en 1922 aparece su primera obra Libro de poemas, que a excepción de unas palabras de ánimo que le dedica Juan Ramón Jiménez, pasa completamente desapercibido. Estrena también su primera pieza teatral El maleficio de la mariposa, obra en la que ya aparece la que va a ser una constante de su producción: la imposibilidad de encontrar el amor, ejemplificada en el enamoramiento de un cucaracho de una mariposa. A pesar de los fracasos, Federico continúa escribiendo y, finalmente, en 1925 consigue su primer gran éxito con el estreno de Mariana Pineda, un drama histórico basado en un hecho real: el ajusticiamiento en garrote vil de la heroína granadina Mariana Pineda por haber bordado una bandera republicana. La muerte violenta será a partir de este momento otra de las constantes en la producción de Federico, el poeta y dramaturgo preocupado por el destino trágico del ser humano y que cree que la muerte es la única forma que existe para conseguir la libertad. Pero Federico es también el poeta y dramaturgo de la marginalidad: los niños, las mujeres, los gitanos, los negros, los judíos y los homosexuales desfilan por sus páginas como héroes románticos que sufren en un mundo que no los comprende por considerarlos «diferentes».

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En la Residencia todos conocían sus tendencias y al tal respecto escribe José Moreno Villa: «No todos los estudiantes le querían. Algunos olfateaban su defecto y se alejaban de él». Con Salvador Dalí convive durante el año 1925 en Cadaqués (Girona) y allí los lazos entre ellos se estrechan. Sobre este punto se ha escrito mucho pero nada puede demostrarse, sólo unas cartas cariñosas y llenas de ternura como el siguiente fragmento que le envía Dalí: «Federiquito, en el libro tuyo, que me lo he llevado por estos sitios minerales de por aquí a leer, te he visto a ti, la vestiecita que tú eres, vestiecita erótica, con tu sexo i tus pequeños ojos de tu cuerpo, i tus pelos i tu miedo a la muerte» (citado textualmente, por lo que las faltas pertenecen a Dalí). Los autorretratos que mutuamente se hacen y una serie de fotografías demuestran que entre ellos existía algo más que amistad. Si hubo o no contacto sexual ni se sabe ni interesa, lo cierto es que Lorca se enamora de Dalí y Luis Buñuel molesto por esta relación y porque se ha enterado que Lorca es homosexual lo ataca directamente en una de sus películas más famosas Le chien andalou -recuérdese que Lorca es andaluz, por lo que Buñuel lo considera un perro, en una clara muestra de machismo y racismo total-, pero no acaba ahí la historia y escribe: «No, yo no creo que ninguno de ellos fuera homosexual de verdad, dejando aparte a Federico y Cernuda. Pero hubo de todo en aquel tiempo, entre todos nosotros, en la Residencia, cierta promiscuidad o algo por el estilo, que de ninguna manera llegaba a nada más que a besos o cosa por el estilo, pero ninguno era homosexual. A Dalí no le hubiera importado nada, por su amoralismo… Federico era impotente… «.

La relación de amistad entre Lorca y Dalí se rompe. Federico regresa a Madrid, participa en los actos que los poetas del veintisiete organizan en el Ateneo de Sevilla para conmemorar el centenario de Luis de Góngora y conoce al escultor Emilio Aladrén, el cual al poco tiempo pone fin a la relación para casarse. Lorca se convierte en un poeta conocido y reconocido en 1928 cuando publica Romancero gitano, la primera de sus obras dedicada completamente a un grupo marginado: los gitanos; en ella aparecen los principales símbolos de la poesía lorquiana: el color verde, la luna, los puñales… los símbolos de la muerte liberadora, que de manera, más tímida, ya habían aparecido en sus primeras composiciones. Pero en 1928 el poeta sufre una doble crisis: una personal y otra literaria.

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Literariamente sabe que debe tomar otros caminos y el vanguardismo -el surrealismo concretamente le abrirá la válvula de escape, pues le permite hablar de sí mismo a partir de un lenguaje lleno de metáforas e imágenes insólitas y oníricas- pero también sufre una profunda crisis personal que lo lleva finalmente a aceptar su homosexualidad y aprovecha para pasar un curso en Estados Unidos y Cuba pronunciando conferencias y divirtiéndose con sus nuevos amigos norteamericanos y caribeños. En Nueva York -ciudad de aristas y geometrías- asiste al famoso crack de la Bolsa y en una de las cartas que escribe a su familia lo cuenta con las siguientes palabras: «Los hombres gritaban y discutían como fieras y las mujeres lloraban en todas partes, algunos grupos de judíos daban grandes gritos y lamentaciones por las escaleras y las esquinas. Ésta era la gente que se quedaba en la miseria de la noche a la mañana». Mantiene un breve romance con un norteamericano y en Cuba se dedica a disfrutar: fiestas, disfraces, salidas, sexo… Pero debe regresar a España y cuando lo hace, Federico es una persona distinta a la que partió unos meses antes. Publica Poeta en Nueva York (1931) el mejor poemario surrealista escrito en castellano y del que destacan dos poemas «La aurora», dura crítica contra la sociedad capitalista y la «Oda a Walt Whitman», verdadero himno poético de la identidad homosexual. No desea seguir escribiendo poesía y prefiere dedicarse al teatro. Inicia la redacción de las denominadas «comedias imposibles» -Así que pasen cinco años y El público- refiriéndose a la primera escribe a un amigo: «La obra es muy difícil y, por el momento, irrepresentable. Pero dentro de diez o veinte años, será un exitazo, ya lo verás». Ciertamente son dos piezas muy difíciles por el lenguaje que utiliza para tratar de forma abierta el tema de la homosexualidad y de la incapacidad que tiene el homosexual de poder vivir libremente en una sociedad que lo reprime constantemente.

Federico se equivocó, pues las obras no fueron un exitazo ni a los diez o veinte años, sino casi cuarenta después de haberse escrito. La temática homosexual, que aparece ya en algunas de las composiciones de Poeta en Nueva York, vuelve a aparecer en las «gacelas» y «casidas» de Diván del Tamarit. Participa en la Antología de la poesía española contemporánea, publicada en 1931 por Gerardo Diego y en ella define su poética con las siguientes palabras: «En mis conferencias he hablado a veces de la Poesía, pero de lo único que no puedo hablar es de mi poesía. Y no porque sea un inconsciente de lo que hago. Al contrario, si es verdad que soy poeta por la gracia de Dios -o del demonio-, también lo es que lo soy por la gracia de la técnica y del esfuerzo, y de darme cuenta en absoluto de lo que es un poema».

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Pero Federico ya no quiere escribir más poesía y se dedica de lleno al teatro al que define como «una escuela de llanto y risa, y una tribuna libre donde los hombres pueden poner en evidencia morales viejas o equívocas, y explicar con ejemplos vivos normas eternas del corazón y del sentimiento del hombre». Las principales actrices del momento: Lola Membribes y, sobre todo, Margarita Xirgu estrenan sus dramas y tragedias: Yerma, Bodas de sangre o Doña Rosita o el lenguaje de las flores. Funda el grupo la Barrraca para llevar a los pueblos andaluces obras del teatro clásico español y sólo rompe su silencio poético cuando le comunican que su amigo Ignacio Sánchez- Mejías -amante de su amiga y colaboradora La Argentinita- ha muerto en la plaza de toros de Manzanares, entonces escribe una de las más sentidas elegías de la literatura española Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez- Mejías. Entre 1935 y 1936 compone una serie de 13 sonetos amorosos petrarquistas en los que las referencias homosexuales aparecen más explícitas, aunque Federico en ningún momento utiliza el género para designar a la persona amada, lo que le importa es transmitir un sentimiento y eso es lo que consigue con Sonetos del amor oscuro- «Amor de mis entrañas, viva muerte«-. El día de julio de 1936 lee a unos amigos el manuscrito de su última obra teatral La casa de Bernarda Alba (drama de mujeres en los pueblos de España); al día siguiente regresa a Granada pues todo hace pensar que la guerra se avecina, sin tener en cuenta los consejos de sus amigos que le dicen que marche a México donde Margarita Xirgu está representando con éxito sus obras. Pero Federico parece convertirse entonces en uno de sus protagonistas, un ser perseguido que quiere ser libre y sabe que esa libertad sólo se la dará la muerte.

A partir de su llegada a Granada los acontecimientos se precipitan de manera vertiginosa. Tras pasar unos días en el Diván del Tamarit, su madre le aconseja que se refugie en algún sitio. Primero piensan en el carmen de Falla, pero el maestro estaba molesto por la composición dedicada al Santísimo Sacramento que había escrito Federico por lo que decide trasladarse a casa de sus amigos Luis y José Rosales, miembros destacados de la Falange granadina. Allí, aprovechando la ausencia de los Rosales el 18 de agosto es detenido y la madrugada del 19 de agosto, sin juicio previo y sin que sirviesen de nada las protestas de Pepe Rosales, es fusilado junto a otros tres hombres en la carretera de Víznar: «Recordad que el crimen fue en Granada, en su Granada» escribirá Antonio Machado al enterarse del asesinato de Federico. La gran incógnita, aún sin desvelar, es ¿por qué asesinaron a Federico? La causa no es una, Lorca murió por ser un señorito andaluz, por las declaraciones que había realizado a favor de la República, por su compromiso social con los menos afortunados y también por ser homosexual, convirtiéndose en una más de las tantas víctimas injustamente asesinadas durante la guerra civil española.

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Federico García Lorca -o Federico García Loca, como consta en algún documento- muere, «por heridas recibidas en acción de guerra» pero lo importante es que Federico, a pesar de haber sido silenciado por el franquismo, sigue hoy más vivo que nunca, siendo uno de los escritores españoles más traducido y reconocido mundialmente. La persona quedó tendida en una anónima cuneta pero su obra sigue aún hoy tan vigente como entonces pues Federico es el grande entre los grandes.

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