La vuelta a Europa más dulce

 La vuelta a Europa más dulce
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Como decía mi abuela: “A nadie le amarga un dulce” y debo de haber heredado su lado goloso porque cuando viajo me encanta descubrir los dulces tradicionales de todos mis destinos. Aquí una ruta por Europa no apta para diabéticos.

Empezaremos por Austria –por algún lado hay que empezar-, donde el rey indiscutible de los pasteles es la Sachertorte, un bizcocho de chocolate relleno de mermelada de albaricoque que se tiene que ir a degustar al Café Sacher de Viena, donde fue creada en 1832. No demasiado lejos de aquí, en la ciudad de Linz, nació otro clásico internacional, la Linzertorte, de nueces, almendras y mermelada de grosella.

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Pasando la frontera, entramos en Suiza, donde descubrimos la Bündner Nusstorte, una pasta de nuez caramelizada rellena de frutos secos inventada en 1926 por un panadero llamado Fausto Pult. La podemos alternar con merengue bañado en double creme de la Gruyère.

En Alemania, tienen variedad para rato pero quizás la más famosa de sus tartas sea la Selva Negra, un bizcocho de chocolate y cerezas bañado en licor de cereza y almendras y relleno de nata. Se disputa el puesto con el Apflestrudel, la tarta de manzana.

¿Qué tal una vuelta por Suecia? En 1929, la institutriz real Jenny Åkerström creó la Prinsesstårtor», a la que dedican la última semana de setiembre. Su característica más curiosa es su color verde debido a la cobertura de mazapán.  Sin dejar Escandinavia podemos ir a probar el pastel de ruibarbo a Noruega y la tarta de arándanos finlandesa antes de decidir que estamos cansados del frío y queremos un poco de sol mediterráneo.

Y como tomar el sol no es incompatible con los pasteles, en Italia, entre helado y helado, nos vamos encontrando con el tiramisú, el Babà al ron napolitano, el panettone navideño y en la maravillosa Sicilia una de las tartas de queso más antiguas del mundo: la cassata.

En Francia nos podemos hinchar a crepes, combinados con la tarta de limón y merengue, la tarta tatin, los eclairs y las lionesas.

Un gofre rápido en Bélgica (y unos bombones para bajarlo) y nos dirigimos al sur, con parada en Santiago de Compostela para una tartiña (y aquí no tenéis la excusa del gluten porque es de almendras).

Para terminar en Portugal, donde las raciones son gigantes y la crema abundante: pasteles de Belem, Toucinho do Céu (típico en Guimarães, Murça y Trás-os-Montes), pastel de galletas y bolas de Berlim (la versión portuguesa de los donuts rellenos). Y qué mejor que terminar la ruta en Amarante comiendo falo -de San Gonçalo – sí, habéis leído bien, es una pasta en forma de pene, ¡delicioso!

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