Alérgicos al compromiso

 Alérgicos al compromiso
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Relacionarse con los demás, no es la tarea más sencilla del mundo. Pero parece que últimamente, el hecho de encontrar pareja en determinados ambientes, se ha convertido en una tarea poco menos que imposible. Si bien es cierto que, como reza el dicho los mejores ya están comprometidos, hay que negarse a creer que el resto, estén afectados de este estigma que les impide tener una relación de convivencia normal con otro hombre, miedo que en algunos casos, se ha visto acrecentado a raíz de la existencia de una ley del matrimonio que permite atarlos, de por vida (o hasta que el divorcio os separe) al supuesto ser amado.

 

Parece que por ley de vida, nuestra evolución se divide en fases. Primero vivimos en una fase familiar, donde nuestros padres y hermanos, junto con los abuelos, primos o tíos, más cercanos, forman nuestro entorno habitual.

Luego y durante la adolescencia, formamos grupos o pandillas de amigos que constituyen nuestro círculo de relaciones. Más tarde, se espera de nosotros que encontremos una pareja, más o menos estable (porque tesoros, el amor no es eterno).

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Y aquí es donde empiezan nuestros verdaderos problemas. Unidos a la dificultad de encontrar nuestra media naranja (o pomelo, o piña tropical, que cualquier símil sirve), está la aparición de una considerable cantidad de gente que no está preparada, bien sea porque no quiere o porque no puede, para afrontar un compromiso, con toda la suerte de ventajas, a la par de responsabilidades que ello conlleva.

Y si bien es cierto que así no hay manera de encontrar un novio en condiciones, muchas son las causas a las que obedece este miedo a lo que se llama popularmente sentar cabeza

 

¿ME PIERDO ALGO?

Como ya hemos dicho, durante la adolescencia ampliamos el grupo de familiares al grupo de amigos, a los que consideramos iguales, sin jerarquía alguna a diferencia de lo que ocurre con nuestros padres (aunque a esta edad, ya se empiezan a manifestar en algunos, síntomas de realeza). Más tarde, solemos focalizar nuestros esfuerzos en encontrar una pareja. Pero puede suceder que esta (o nosotros mismos), se encuentre temerosa de adentrarse en un terreno, que fuera del aspecto sexual (que en ese suelen funcionar divinamente), implique sentimientos y emociones. Es normal que los más jóvenes sientan la misma necesidad de estar con la pareja que con los amigos, pero pasados los 30, esto ya no es considerado tan habitual, por mucho que estimemos que los gays dilatamos nuestra adolescencia hasta edades casi imposibles. Se trata de hombres, en la mayoría de los casos, que gracias a su complexión física (suelen estar buenos, los puñeteros), no acostumbran a tener problemas para encontrar compañeros de cama. Pero que, cuando llevan más de tres semanas saliendo con la misma persona, experimentan una especie de ansiedad motivada por la incertidumbre de pensar si limitándose a esa pareja, no están perdiendo la oportunidad de encontrar otra mejor. Suelen ser los mismos que, acostumbran a abandonar, a los pocos minutos, la fiesta, bar o discoteca a la que han asistido, ya que les corroe la idea que, tal vez en la discoteca de al lado o en la otra fiesta a la que les invitaron, el ambiente sería mejor, la música de más calidad y los hombres más aparentes. Si te has liado con alguien que intuyes es así, disfruta del momento, ya que la relación se puede acabar en cualquier momento y sin motivo alguno. Goza de pasear y compartir la cama con un chulazo como ese (si ni tan siquiera está bueno, déjalo; no tienes porque aguantarlo) mientras piensas que fue bueno mientras duró. Si eres tu el alérgico al compromiso; cuidado. El tiempo pasa de manera inexorable y cualquier día puedes levantarte y que el espejo te devuelva una cara arrugada, un culo caído y un barrigón cervecero donde antes había poderosos abdominales y así, resulta muy difícil ir de flor en flor.

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HIJOS DE SU MADRE

Otro tipo de alérgico es el que ha sido mimado por su entorno familiar y que, sopesando las ventajas e inconvenientes que les puede aportar una relación estable, encuentran los segundos más poderosos.

Suelen ser esos hombres que adoran de manera casi edípica a su madre (todos los gays solemos hacerlo, pero no hay que pasarse).

Que nadie cocina como su madre, lava la ropa, plancha sus camisas y les entiende cuando están deprimidos como ese ángel de virtudes que tubo a bien parirlos (¡cuidado con los italianos! Suelen pecar de esta debilidad casi todos). Y nos es que no les guste salir con un novio mono y agradable, es que ¿dónde van a estar mejor que en su casa, donde les lavan, les planchan y les tienen el plato en la mesa, en la mayoría de los casos por un precio simbólico?.

Son hombres que no contemplan otras responsabilidades que no sean las profesionales (a veces, ni esas) y que pueden gastar, gracias a vivir con sus señoras madres, cantidades imposibles de dinero en ropa, cosméticos o ocio en general. Además, las señoras no es que ayuden. Temerosas de perder a su cachorro, estas madres suelen ser posesivas, encontrando toda suerte de defectos en las parejas de sus hijos, movidas por la convicción de que todo es poco para su pequeño (si, suelen considerarlo un niño aunque haya pasado la cuarentena). Y claro, el hijo se deja mimar, cortando los débiles lazos afectivos que le unen a sus novios tras formularse la pregunta: ¿Con quién estaré mejor que con mi madre?

 

INTROVERTIDOS

Hay otro segmento, en este amplio grupo de hombres, que se ven incapaces de expresar sus sentimientos y emociones. Con ellos nunca sabemos en que punto estamos y si van o si vienen. Sus conversaciones suelen ser superfluas y superficiales para no demostrar sus inseguridades y sentirse inferiores, por lo que son fáciles de confundir con otro tipo de hombres, habituales en el ambiente, que tras una capa de superficialidad esconden otra capa de superficialidad aún mayor. Como piensan que tienen un montón de carencias intelectuales o físicas, utilizan el mismo medidor para los demás y son sumamente exigentes con su entorno. Ante cualquier posibilidad de relación, incluso de revolcón de una noche, encuentran un montón de “peros” insalvables. No les pidas el teléfono a la mañana siguiente (si es que no se han largado a los pocos minutos de la faena), ya que no te lo darán o te darán uno falso acompañado de la cantinela ya nos veremos. Si eres tu quién se lo das, no esperes una llamada. Los hay que, en caso de tener una relación, suelen acabar con ella cuando esta está en su mejor momento, ya que piensan que a partir de entonces, todo ha de ir a peor. No nos hemos de extrañar si tras un fin de semana memorable, donde todo ha sido pasión y cariño, desaparezcan del mapa y dejen de contestar a nuestras llamadas. Y está clarísimo; nadie consigue alcanzar sus expectativas, por lo que se mantienen solteros y sin compromiso, cuando no vírgenes, por los siglos de los siglos.

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MEJOR SOLO…

Hay otro tipo de hombre que ha encontrado, ya sea por necesidad o por convicción, el gusto a vivir en solitario, lo que le da la posibilidad de controlarlo todo en su entorno cotidiano y claro, el control se pierde automáticamente, en el momento en que se tiene una pareja y hay que compartir. Suelen ser, curiosamente posesivos, mientras están con alguien, intentando que esa persona se convierta en una especie de “mini yo”. Intentan controlar a sus parejas indicándoles como deben actuar, vestir, quienes han de ser sus amigos y como deben de relacionarse con la familia. El caso es que, como les gusta lo bueno y carismático, tienden a relacionarse con personas difíciles de controlar, lo que les pone en estado de constante inquietud. Ni que decir tiene que son sumamente controladores y cuando pasamos un fin de semana en su casa, les puede sacar de quicio hasta que movamos una revista de lugar, en la mesilla de centro. Han hecho de su casa su bastión, donde han desarrollado sus manías y modo de vida, de manera tan férrea, que las consideran un detalle más de su personalidad, inamovible. Y claro, sufren un miedo, casi supersticioso a que alguien pueda tan solo pretender cambiar su forma de vida, por lo que la manera más sencilla de sacarlos de nuestra vida es confesarles, de manera verbal y llana nuestro amor y nuestro deseo de compartir casa y vida con ellos (sea cierto o no). Acto seguido, y impulsados por el pánico, no harán más que poner excusas para nuestras citas, hasta que rompan de manera definitiva con nosotros. Aunque, mirándolo por el lado positivo, cazar a uno de estos individuos, de difícil doma, tiene el aliciente y mérito del objetivo difícil, mucho más que un hombre enamoradizo.

 

 

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