¿Quieres ser feliz? ¡Atrévete! conoce el Emotional Rehab

 ¿Quieres ser feliz? ¡Atrévete! conoce el Emotional Rehab
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Mi práctica profesional y mi propia vida personal me han ido enseñando que una de las claves más importantes para el bienestar psicológico es, sin la menor de las dudas, una adecuada gestión emocional. Hasta tal punto es imposible que nuestra vida sea totalmente sosegada, que quienes quieren una vida así… se van a un convento. Hoy trataremos de que no necesites recluirte para encontrar paz emocional y que tu rehabilitación emocional esté un poco más a tu alcance. ¿Quieres ser feliz? ¡Atrévete!

 

La vida cotidiana tiene altibajos emocionales a lo largo no sólo de los días sino también a lo largo de las horas. Despiertas excitado, la ducha te relaja, caminas sintiéndote ecuánime, te sientes triste porque te dan una mala noticia, luego te recompones y te sientes sosegado. A la tarde igual alguien te hace una putada y te enfadas muchísimo pero, al salir el trabajo, se lo cuentas a un amigo mientras tomáis una cerveza y te pones contento. Una cadena de emociones diferentes en dependencia de los sucesos y de los contextos en los que te encuentres.

Una de las formas de apaciguar estas montañas rusas emocionales es vigilando los contextos en los que uno se desenvuelve. De hecho, una gran parte de la mala literatura de autoayuda (también la hay buena, no soy tan crítico) se basa en que selecciones bien tu contexto: ¿cómo te sentirás bien? ¡Rodeándote de gente positiva!… ¡Y el autor se queda tan ancho! Naturalmente que es genial estar rodeado de gente positiva, constructiva, equilibrada, sensata… pero no podemos, en absoluto, garantizarnos que así sea siempre. De hecho, las únicas personas con las que puedes elegir relacionarte son los amigos. Ni los vecinos, ni los familiares, ni los compañeros de clase, ni los compañeros de trabajo podrás elegirlos. Así que pensar que para ser feliz hay que rodearse de gente «positiva» es, como mínimo, una ingenuidad.

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Otra de las maneras habituales para lograr lo anterior es la de la supresión de las emociones (o su “control”). Sin embargo creo que esta perspectiva es muy poco recomendable porque las emociones tienen una doble función importantísima: la de mensajeras y la de motivadoras. Las emociones (del latín e-motio) es aquello que nos pone en movimiento, lo que nos motiva a iniciar un camino, una acción, un trabajo para lograr un objetivo. Sin emociones seríamos unos maravillosos meditadores y contempladores (es la típica del budismo hinayana y de muchas corrientes esotéricas y de New Age) pero estaríamos muy poco vivos, muy poco en contacto con lo que el ser humano es realmente. Sin emociones no solamente nos perderíamos todo el universo afectivo, sentimental y emotivo del ser humano, sino que tampoco nos moveríamos por nada. Cuando sentimos ansiedad, nos ponemos las pilas, nos activamos, «nos buscamos la vida». Si tu relación de pareja ha sufrido un revés, vas a sentirte fatal hasta que lo hayas resuelto. Tendrás ganas de llorar, perderás el apetito, entrarás en un estado de disforia que sólo se solucionará cuando hayas resuelto el problema con tu novio. Ésa es la función de las emociones: obligarte a que soluciones aquello que te genera malestar o motivarte a esforzarte por aquello que te produce bienestar. En ambos casos nos envían mensajes en forma de «estado emocional» que nos hacen darnos cuenta de que hay algo en nuestras vidas que debemos trabajarnos.

Yo, personalmente, creo que una de las mejores maneras de gestionar tus emociones es la del aprendizaje de la convivencia emocional: aceptar las propias emociones y no huir de ellas por más que nos generen malestar. Es la opción que más difícil resulta, la que más disciplina requiere pero la más útil. No podemos huir de las emociones, no debemos huir de las emociones así que ¡integrémoslas en nuestras vidas! Escuchas canciones de amor y hablan de ausencias dolorosas, de esperas insufribles, de noches desiertas y de vidas que pierden el sentido cuando desaparece el ser amado. ¿Son ñoñerías? No, son lo que nos suceden a todos cuando nos enamoramos y eso (enamorarnos) a no ser que roces la patología o seas un «pelín autista y vayas siempre a tu puta bola» es lo que nos sucede a todos nosotros. Bueno, a todos no: a los que nos atrevemos a enamorarnos por más que nuestra vida pueda llegar a convertirse en un tsunami emocional. Si quieres disfrutar de lo más hermoso del ser humano debes asumir -también- su vulnerabilidad.

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Y, de eso, vamos a hablar en este artículo. De cómo navegar las emociones para poder vivir el lado más hermoso de las experiencia humana.

 

stress

 

EMOTIONAL REHAB

Una de las cosas que más trabajo en consulta es la rehabilitación emocional, de ahí el título del artículo. Por «rehabilitación emocional» debemos entender «el proceso a través del cual, una persona que ha sufrido daños en la funcionalidad de su sistema emocional, los subsana hasta poder tener una vida emocional satisfactoria». Que sea un proceso significa (a) que es una sucesión de tareas que deben realizarse para conseguir un objetivo y (b) que estas tareas siguen un orden determinado de manera lógica. Es una especie de «no puedes cuajar una tortilla si, previamente, no has batido los huevos» pero en emociones. Al final, este proceso se ha convertido en un Programa de Rehabilitación Emocional para Gais del que podemos hablar en mayor profundidad cuando tú quieras.

El sentido de un programa de este tipo se fundamenta en lo dañado que termina nuestro sistema emocional por el hecho de ser gais en un contexto que no estaba preparado para nosotros. Es cierto que ser gay ¡en absoluto! supone ningún tipo de predisposición para padecer trastornos emocionales pero también es cierto que padecer acoso, estar discriminado, haber sufrido insultos (o incluso agresiones), haberte visto negado (o rechazado) por tus padres y familiares más cercanos, hace que tu sistema emocional sufra un deterioro importante. Y muchos de nosotros, por el hecho de ser gais, hemos sufrido una o varias de estas situaciones. Así que podemos concluir que, secundariamente al hecho de ser gay (como «daño colateral»), muchos de nosotros sufrimos deterioro emocional.

He de decir que este deterioro puede presentarse de múltiples maneras que van desde el neuroticismo más exacerbado (una incapacidad de controlar las emociones al estilo de una buena «drama queen») hasta el miedo a relacionarse como evitación de la posibilidad de ser herido, pasando por la timidez, los problemas de ansiedad, los ataques de pánicos, las fobias, etc.

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UN PROGRAMA DE REHABILITACIÓN EMOCIONAL PARA GAYS

Si vienes a mi consulta y te pongo en el PRE (Programa de Rehabilitación Emocional), te haré pasar por un proceso a través del cual trabajaremos el control emocional, la asertividad, la autoestima, la anhedonia, las relaciones y tu filosofía de vida. Veamos cada uno de esos puntos para que comprendas la importancia de cada uno de ellos en tu vida emocional.

1. Control Emocional. La importancia de un buen control emocional la hemos comentado anteriormente («Estoy atacao», Gay Barcelona, nº 91, abril 2012) y tiene mucho que ver con la idoneidad de aquello que hacemos para reducir nuestras emociones más negativas y potenciar las más positivas. A menudo, por huir de nuestras emociones negativas (miedo, ira, ansiedad) hacemos cosas de las que posteriormente nos arrepentimos o dejamos de hacer cosas que os podrían hacer felices. Un caso muy claro es el enamoramiento. Si te enamoras vas a tener los nervios de punta cada día, una palabra suya en un sentido que no esperas puede desencadenarte una reacción de pánico, si discutes con él te vas a sentir tan mal que -probablemente- llores mucho. Os pelearéis y os reconciliaréis porque es normal discutir y hacer las paces, vas a vivir una cantidad de subidones y bajones emocionales que, o estas muy preparado para gestionar (y soportar) esto, o vuestra relación no superará nunca las inquietudes, irregularidades y dificultades normales de las primeras semanas (o meses). O estas preparado para aguantar el tipo emocional o no profundizarás en tus relaciones. De la misma manera, si ante cualquier problema cotidiano se te disparan los niveles de estrés hasta extremos insoportables, no podrás hacer frente a la mayoría de las dificultades de la vida cotidiana, ni los problemas habituales del trabajo. Ni nada de nada.

Así, en consulta, trabajamos (a) la expresión constructiva de emociones y sentimientos a través de ejercicios de expresión emocional, (b) el equilibrio emocional para mantener los niveles de ansiedad/tristeza en límites soportables y (c) la hiperactivación fóbica. Durante todo el proceso, procuramos desarrollar una de las característica de las personas emocionalmente inteligentes (sería el punto «d») a través del desarrollo de un léxico emocional: saber reconocer (poner nombre) a nuestras emociones, nos ayuda a gestionarlas y mantener nuestro equilibrio emocional en niveles óptimos. En resumen: si las secuelas de nuestra biografía nos provocan reacciones emocionales que no somos capaces de apaciguar (ni soportar), no podremos afrontar situaciones de la vida cotidiana hasta el punto de que, nuestra necesidad de evitarlas, nos impedirá cosas como vincularnos emocionalmente con otras personas o aguantar el estrés de una profesión llena de retos.

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2. Asertividad. La asertividad es un estilo comunicativo que se sitúa en el punto medio entre dos extremos: la pasividad y la agresividad. Una comunicación pasiva es una comunicación donde permitimos ser avasallados, ofendidos o agredidos sin ser capaces de defendernos de ello. Es el ejemplo típico de aquellos que «no saben decir no». Por el contrario, el estilo agresivo se caracteriza por ser impositivo, avasallador y por coaccionar a los demás para que se comporten conforme a nuestro parecer. Entre estos dos extremos se sitúa el estilo relacional asertivo, que se fundamenta en hacer respetar nuestras opiniones y posicionamientos sin imponérselos a los demás ni agredirles. Un hombre que sabe defender sus posturas sin imponerlas es un hombre asertivo. Hay un libro que aconsejo a menudo y es «La Asertividad: expresión de una sana autoestima» de Olga Castanyer (Ed. Desclee de Brouwer), con él podrás ayudarte a tener una mejor autoestima a través de una mejor asertividad. De hecho, la autoestima y la asertividad están tan relacionadas que aquella es el núcleo del tercer paso del programa.

3. La autoestima. La autoestima es el afecto que sientes hacia ti mismo y se fundamenta, básicamente, en tu autoconcepto. Si tienes un buen autoconcepto, si piensas bien de ti mismo, te querrás. Si tu autoconcepto está distorsionado, por ejemplo, por la homofobia interiorizada, es probable que tengas una baja autoestima. También hay un libro muy bueno sobre autoestima y, aunque su título suene excesivamente a «libro de autoayuda”, el contenido es realmente bueno: «Enamórate de ti» de Walter Riso, (Ed. Planeta). Si lo recuerdas, hemos dedicado algún espacio a la homofobia interiorizada (Gay Barcelona nº 90, marzo 2012) y explicábamos que se trata de la interiorización de los prejuicios homofóbicos de nuestro entorno sin que seamos conscientes de ello, pero afectando a cómo pensamos de nosotros mismos. La homofobia interiorizada nos hace sentir avergonzados de, por ejemplo, que nos vean de la mano con otro hombre por la calle, y ataca directamente a nuestra autoestima. Este punto es tan importante y nos afecta tanto que le dedico talleres monográficos para ofrecer herramientas a mis pacientes con las que poder trabajarlo.

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4. Anhedonia. La anhedonia, como trastorno, es la incapacidad de disfrutar de los placeres de la vida. Históricamente, el hedonismo ha sido algo muy criticado por la cultura cristiana en la que hemos crecido. Claro que también lo ha sido la homosexualidad y, si están radicalmente equivocados en su concepto de la homosexualidad, ¿por qué no iban a estarlo en su concepto del hedonismo? El ser humano tiene la capacidad de disfrutar de los placeres que el entorno le ofrece: placeres sensuales (comida, bebida, música, ropa, etc.), placeres estéticos (la belleza en todas sus manifestaciones, el arte, los paisajes), placeres emocionales (sentirse querido, reír, ilusionarse) y placeres sociales (conseguir logros, destacar en algo, tener buenos amigos, salir en grupo).

Disfrutar de estos placeres es algo absolutamente imprescindible para un buen funcionamiento emocional. Autorreforzarnos, darnos gustirrinines de vez en cuando, sentir que nos quieren, reír, abrigarse bajo una manta en el sofá viendo una peli, son placeres que no solamente nos hacen la vida más cómoda sino que fortalecen nuestro sistema emocional. Son su combustible, la reserva de energías para poder mantenernos optimistas y animosos cuando vengan momentos malos. Si todo lo que te ocurre son problemas y nunca te das un gusto ¿en qué clase de mierda se ha convertido tu vida? Equilibrar estos aspectos depende de ti así que no hagas caso a los colgados esos que aseguran que debemos mortificarnos en este valle de lágrimas y déjales con sus cilicios mientras tú sales a tomar unas cañitas con la gente que te quiere (que te lo has ganado y tu sistema emocional te lo agradecerá). Ten tu punto hedonista y disfruta de las maravillas de la Creación. Para eso se hicieron.

5. Relaciones constructivas. A menudo, me llegan hombres a la consulta que me manifiestan problemas sentimentales y una biografía de fracaso amoroso. Cuando les planteo el programa de trabajo hago mucho hincapié en los puntos anteriores: control emocional, asertividad y autoestima/autoconcepto. Algunos piensan que les voy a instruir en técnicas de flirteo (bueno, lo hago, pero no es tan importante como lo demás) así que les tengo que explicar que sus problemas no están en no saber iniciar una conversación o cómo funciona el juego de las miradas, sino en la seguridad y autoconfianza con la que se relacionan con el otro hombre. Si te fijas, todos los puntos anteriores seguían un hilo que conducía a tener relaciones sociales y sentimentales constructivas: gestionar bien tus emociones para no salir corriendo ante el primer problemilla, comunicarte (con los demás) de una manera asertiva, tener un buen concepto de ti mismo para saber que tienes mucho bueno que dar, disfrutar de los placeres de la vida (que suelen ser acompañados), todo conduce a que seas capaz de construir relaciones con personas adecuadas, capaces de nutrirte y que no te roben ni tiempo ni energías.

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El hombre es un ser social y, por tanto (como los delfines) donde mejor se encuentra es en su manada, relacionándose con los demás. Estamos programados genéticamente para ello así que lo mejor es aprender a detectar aquellas disfunciones que una biografía de rechazo nos acarrea y, una vez sobrepuestos de ellas, ser capaces de mantener relaciones sensatas y reforzantes. Lo bueno de este punto es que, por más doloroso que resulte afrontar nuestras disfunciones (p.ej: dependencias afectivas o miedo al compromiso) una vez que lo hacemos, el resultado es tan gratificante (un vínculo profundo con otro hombre, un buen círculo de amigos) que tenemos toda la motivación del mundo para afrontar nuestras disfunciones.

6. Filosofía de vida. Pues sí, una filosofía de vida es importantísima para un adecuado control emocional porque tienen que ver directamente con nuestro sistema de valores y, por tanto, con aquello que consideramos bueno y valioso. Además, todos necesitamos un sistema de creencias que nos permita encuadrar los eventos de nuestra vida y darles su valor. ¿Por qué nos pasa X? Por que lo quiere Dios, por que es nuestro karma, por que la Sabiduría Universal nos muestra una lección a través de ello, por pura casualidad, por que pertenecemos a un sistema relacional basado en razones económicas que lo hacen suceder así… vas a encontrar tantos tipos de explicación como tipos de filosofías de vida: religión, esoterismo, economicista, mecanicista, etc.

A menudo nos perdemos buscando la “filosofía correcta” cuando resulta que todas tienen parte de razón y parte de error (cosa que indica que ninguna es la correcta porque todas son insuficientes). Lo importante es que encuentres la tuya, la que te haga sentir cómodo.

Una filosofía de vida no es una verdad absoluta que nos hace entender la realidad completa (por más que insistan en lo contrario los líderes filosóficos y religiosos) sino el cristal a través del cual tú quieres ver y entender tu mundo, tu pequeño trozo de mundo y que nunca se parecerá en nada al pequeño trozo de mundo de un niño keniata o el de una operaria de una fábrica china. La filosofía de vida tiene más que ver con aquello en lo que la vida te ha convertido que con aquello que quieren enseñarte. ¿Cómo te ha construido tu vida? ¿Son importantes para ti los valores familiares? ¿Destinarás tiempo y esfuerzos a crear una familia? ¿O, para ti, es más importante la proyección profesional? ¿O ayudar a luchar contra la pobreza en tu barrio? Lo que para ti es importante no tiene por qué ser importante para otros ¡y viceversa! Lo único importante es que dé sentido a tu vida, que te haga sentir que estás haciendo lo correcto y que te proporcione satisfacción personal y sentimientos de orgullo. Porque, lo que de verdad importa, es que te sientas orgulloso del hombre en el que –a pesar de todo lo que pudiera haberte sucedido- te has convertido finalmente. No tienes que lanzarte a predicar el amor universal por el mundo con una túnica y unas sandalias para sentirte orgulloso. Puedes tener una familia a la que cuidas con todo tu amor o unos amigos para los que siempre estás. O una profesión en la que pongas lo mejor de ti mismo para que otros muchos sean algo más felices. Lo único que importa es que, en tu modo de ver el mundo, cada noche al acostarte, te sientas orgulloso de quien eres. Que en cada problema, te sientas orgulloso de cómo lo has afrontado. Y en cada miedo, te sientas orgulloso de haber intentado sobreponerte. Lo único importante es que sepas que, según tu sistema de valores, eres alguien bueno y valioso que, indiscutiblemente, merece ser amado.

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¿QUIERES SER FELIZ? ¡ATRÉVETE!

Si tuviera que resumir el Programa de Rehabilitación Emocional para Gais lo haría con la expresión: “¿Quieres ser feliz? ¡Atrévete!” Las cosas que más felices nos pueden hacer son aquellas que más miedo nos provocan porque son las que más fuertemente nos atrapan. Hay una escena en “Amor ciego” donde Gwyneth Patrol (después de una noche de amor) dice: “…da un poco de miedo, pero en el buen sentido: es bonito tener tanto que perder”. Por aquí va la cosa. Que no se te olvide nunca: si quieres disfrutar de lo mejor del ser humano, tendrás que afrontar su vulnerabilidad. Quiérete mucho, maricón. Hasta prontito.

 

por Gabriel J. Martín, psicólogo. Especialista en psicología del hombre gay.

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