Buchenwald, la historia olvidada
Buchenwald, a muchos no les sonara a nada esta palabra. Sin embargo, cuando mencionamos Mauthausen o Auschwitz todo cambia. Buchenwald ha sido olvidado en documentales y en películas, pero debemos hacer justicia a la historia, Y concretamente a la historia de la persecución nazi contra los gays.
Buchenwald fue el campo de concentración de mayor tamaño de Alemania. Fue construido en julio de 1937, sobre la colina de Etterberg, muy cerca de la ciudad de Weimar. En un principio, fue creado para albergar presos políticos alemanes, opositores al nazismo. Pero a medida que el régimen nazi iba avanzando en sus objetivos, se empezó a “almacenar” otros prisioneros de otra muchas nacionalidades, judíos, testigos de Jehová, y los denominados antisociales, y por supuesto los gays.
Para el Tercer Reich, los homosexuales contaminaban la raza aria, no podían permitir que tuvieran descendencia, eran personas que estaban enfermas, pero que para ellos, la cura era posible. Por ello, no eran directamente ejecutados. Durante años ni siquiera se mencionó que los gays habíamos sido tristemente víctimas del Holocausto Nazi. Por suerte, el ser humano evoluciona socialmente, y psicológicamente, y en hoy en día, ya casi nadie niega que no formáramos parte.
La famosa y escalofriante clasificación nazi de los presos en campos de concentración lo decía todo. Amarillo para los judíos, verde para los delincuentes comunes, negro para los católicos y antisociales, y rosa para los homosexuales. Los nazis fueron especialmente crueles con los gays, y concretamente lo fueron más en Buchenwald.
Los distintivos triangulares que mostraban el delito cometido, que en el caso de los gays se llevaba bien a la vista en el lado izquierdo de la camisa y en la pierna derecha del pantalón, suponían obtener menos comida que el resto de los presos, más trabajo (realizaban los trabajos más peligrosos con más mortalidad) y una supervisión estricta por parte de los guardias. Dicha supervisión consistía en maltratar especialmente a los gays, ya que se nos presuponía menos válidos que los demás presos. La presencia de los triángulos rosados provocaba los brutales asaltos y abusos sexuales por parte incluso de los propios reclusos heterosexuales. Aunque lo peor estaba por venir.
Fueron los homosexuales los primeros en ser objeto de crueles experimentos médicos. En concreto, los del doctor Carl Vaernet que realizó en el campo de concentración de Buchenwald, donde llevaba a cabo numerosas operaciones cuyo fin era el de curar a los homosexuales y volverles heterosexuales.
Desde 1937 hasta 1945 fueron detenidas y encarceladas en Buchenwald más de 250.000 personas, pereciendo en el mismo margen de tiempo más de 50.000, según los registros oficiales del campo de concentración. Las cifras no oficiales nunca se han podido obtener. A pesar de que Buchenwald nunca fue un campo de exterminio, se efectuaron numerosos asesinatos en masa, y se llevaron a cabo numerosos experimentos biológicos y químicos con los prisioneros.
A través de la selección de prisioneros que se realizaba cada día, y en la que separaban a los más débiles, enfermos y moribundos para ser transportados a los campos de exterminio, Buchenwald se integró en el aparato de exterminación nacional-socialista alemán. Entre 1933 y 1945 la policía arrestó aproximadamente 100.000 hombres homosexuales.
La mayoría de los 50.000 condenados por los tribunales cumplieron sus condenas en prisiones regulares. Aproximadamente 15.000 fueron internados en campos de concentración. Algunos investigadores estiman que 6.000 mil murieron en estos campos. Buchenwald fue unos de los campos que más prisioneros gays recibía.
La persecución no sólo fue en la Alemania nazi. También se extendió por todos los países conquistados por Hitler, y en especial Francia. Pierre Seel, fallecido en el 2005, fue uno de los primeros sobrevivientes en romper en silencio. A mediados de los ochenta publicó en Francia su libro “Moi, Pierre Seel, déporté homosexuel”.
En este libro, Seel narra que después de que los alemanes anexaron la región francesa de Alsacia en 1940, fue arrestado tras haber denunciado un robo en un club homosexual. Fue brutalmente sometido a malos tratos en los campos de Schirmeck y de Struthof. En el primero fue obligado a trabajar en la construcción de un crematorio. En el segundo fue violado y su cuerpo fue utilizado como blanco humano mientras los nazis le arrojaban jeringas en vez de dardos.
La realización de numerosos experimentos médicos en prisioneros gays provocaron la muerte de muchos de ellos. Entre las pruebas realizadas, una de las más frecuentes era la de infectar a presos con el virus del tifus para probar vacunas experimentales, la inmensa mayoría moría por la enfermedad. También se realizaban pruebas infectando a los prisioneros con la bacteria de la tuberculosis.
De vez en cuando, y debido a los hacinamientos de los presos, tenía lugar una epidemia que mataba a muchos. Para los servicios médicos del campo, no era su trabajo tratar dichas epidemias. Los nazis interesados en encontrar una “cura” para la homosexualidad ampliaron los programas para incluir la experimentación sobre prisioneros homosexuales de los campos de concentración.
Estos experimentos causaban enfermedad, mutilación, y hasta muerte, y no tuvo como resultado ningún conocimiento científico. Dichos experimentos fueron denunciados durante los Juicios de Nuremberg. Entre los acusados figuraba el director del Departamento para la Salud de las Tropas en el Instituto Robert Koch de Berlín, el Dr. Gerhard Rose, por los experimentos con tifus en personas, así como el Hauptsturmführer de las SS, el Dr. Waldemar Hoven, médico jefe del campo de concentración de Buchenwald.
La presión para un gay fue tal en aquel tiempo que, cuando eran detenidos se les ofrecía la conmuta de la pena por la castración. Muchos eligieron la castración ante el temor de no volver con vida de los campos de concentración. Poco antes de la liberación del campo, las SS trataron de evacuar Buchenwald, enviando a más de 28.000 prisioneros en los trenes de la muerte.
El día de la liberación se encontraban en el campo alrededor de 21.000 personas, entre ellas 900 niños y adolescentes. Uno de los supervivientes era el escritor y ex ministro español de Cultura Jorge Semprún, internado allí después de ser detenido por la Gestapo en 1943.
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