Cronuts, cruffins y otros híbridos
Todo empezó en mayo de 2013, cuando Dominique Ansel, un pastelero de Nueva York, lanzó el Cronut, su híbrido de croissant y donut -que básicamente podríamos describir como un donut hojaldrado- y de repente se volvió viral, con gente de todo el planeta acercándose a hacer largas colas para probar el invento.
Rápidamente le salieron imitadores. Como Laura Athuil, de la Choux Bakery de San Francisco, que creó el Chounut, una delicia glaseada elaborada con masa choux -la de las lionesas- y rellena de crema. Poco después, de la mano del chef Ray Stephens nacía el Cruffin – el hijo de la madalena (bueno, el muffin) y el croissant, es decir, una pequeña pasta hojaldrada con su papelito, abizcochada por dentro y hojaldrada por fuera.
Estaba claro que se había abierto la veda y empezaron a aparecer todo tipo de híbridos y combinaciones, siendo la más extraña y lisérgica el Streunut, la mezcla entre un donut y un toaster strudel, unas pastas de manzana que venden congeladas para hacer en la tostadora. Tenemos el donnoli, el cruce de donut con cannoli; el Prolle-Fitereulle, híbrido entre un profiterol y un milhojas, el Dookie, entre un donut y una galleta, o el Dangel, la mezcla entre un pan de Viena (que en inglés se conoce como danish) y un bagel, un pan en forma de rosquilla. El gofre combinado con donut nos da el Wonut. Entre todas estas extravagancias casi encontramos normal el Pake, combinación de cake y pie, es decir, de bizcocho y tarta con base -de masa quebrada o de sable. Y que básicamente consiste en meterle una base a un bizcocho (porque claro…).
Y luego tenemos las combinaciones internacionales de fusión gastronómica cultural, como el Scouign-Amone, la combinación entre un scone británico y una tarta de mantequilla bretona; el Hannoli, hijo de un hamanstaschen (una pasta judía) y un cannoli italiano; el Wafklave, la mezcla de gofre y la baklava árabe tradicional; y el, atención, Sfogembouchatelle, que combina la sfogliatela napolitana (una pasta hojaldrada rellena de ricota y fruta confitada) con el croquembouche, la montaña de profiteroles francesa – pero no sé por qué en este caso me temo que simplemente han apilado un montón de sfogliatelle y le han puesto el nombrecito. Porque como suele ocurrir en estos casos, algunas combinaciones son fruto del esfuerzo serio de un pastelero haciendo pruebas hasta dar en el clavo y otras ya no.
Y mientras esperamos que alguien se invente las dorrijas, entre donut y torrija, podemos ir a probar los cronuts o los cruffins, por ejemplo, a las pastelerías Chök o Boldú de Barcelona.