El top ten de los mitos gays
Hablemos de estereotipos, verdades y mentiras sobre la personalidad de un gay. Nos hemos puesto manos a la obra para hablar de “heter@s amanerad@s” y gays machorros, de cuentas corrientes, promiscuidades, sensibilidades, virilidades y todo lo que nos callamos y todos sabemos.
Lo primero que hice fue colgar una actualización de estado en mi facebook en la que invitaba, a todo el que quisiera hacerlo, a sugerir un tema que debiera tratarse. Como soy muy promiscuo en mis social media y acepto a todo el mundo que quiera estar en contacto conmigo (otra cosa es que te dé conversación por chat, eso ya está muchísimo más crudo), en menos de media hora acabé con una lista inmensa de propuestas. Así que gracias Luis, Mariano, David, Javito, Clay, Iván, Paqui, Rafa, Sergi, Josep, Giovanni, Fermín, Ángel, Jose Luís, Clara, Fernando, Chema, Ana, Alejandro, etc…. (la lista es enorme), ¡gracias a todos por vuestras docenas de sugerencias!
Como era imposible responder a todas y cada una de las preguntas, lo siguiente que hice fue agruparlas por temáticas y ¡OMFG! obtuve justo diez categorías de preguntas para desmontar. A eso vamos a dedicar nuestro artículo del centenario. El orden de este “top ten”, por cierto, también ha sido decidido por mis amigos de facebook.
Antes de que se te crucen los cables y valores este artículo como “superficial” (¡atrévete!) abundaré en un asunto que ya hemos tratado anteriormente. Como habrás comprobado por ti mismo, muchos gais presentan problemas de autoestima que les dificultan su integración y sus relaciones (hasta aquí estarás de acuerdo conmigo) y una de las razones fundamentales por las que sucede lo anterior, tiene que ver con su autoconcepto (cómo se ven a sí mismos globalmente). Este autoconcepto está distorsionado por eso que ya conoces como homofobia interiorizada y que proviene de la asimilación de los prejuicios sociales dentro de los esquemas mentales propios. Bueno, pues aquí tienes una clave: ser capaz de desmontar todos estos prejuicios y mitos ayudará a completar con éxito ese proceso que, en terapia, conocemos como restructuración cognitiva. Ok, ya te he dado una razón profesional para que tratemos este tema en el artículo. Ahora te daré otra razón aún más profesional: si no nos tomamos la vida con humor y distancia, difícilmente permaneceremos lúcidos en ella. Así que, en nombre del imprescindible sentido del humor, repasemos el top ten de los mitos sobre los gais yendo del menor al mayor de los tópicos sobre nosotros.
PUESTO 10. LOS GAIS NO SOMOS CAPACES DE RELACIONARNOS CON LOS HOMBRES HETEROSEXUALES.
Reconozco que este mito es de los que más fascinantes me parecen. Y lo digo por ambas partes. A los gais nos ponen muchísimo los hombres hetero y los hombres hetero nos miran con una mezcla de miedo y curiosidad. No son pocos los hombres heterosexuales que han tenido sexo con un gay: en los cuarteles, en las prisiones, en cualquier espacio donde la ausencia de mujeres disponibles les haga valorar la posibilidad de “desahogarse” con otro hombre. En Sevilla había una mariquita muy graciosa que siempre contaba: “mi padre me mandó a la mili pa que me hisiera un hombre… y me hise a treinta“. De hecho, incluso no son pocos los hombres heterosexuales que se lo montan entre ellos en estos lugares. Considero oportuno aclarar (gracias, Javito por tu revisión) que no hablo de hombres supuestamente heterosexuales pero que están intentando asumir que son gais y –por eso- prueban sexo con otros hombres para ver qué sienten, sino de hombres heterosexuales que, excepcional y puntualmente, pueden tener una práctica sexual con otro hombre sin que ello tenga más trascendencia. Los gais encontramos a los heterosexuales tremendamente atractivos, especialmente los más masculinos. La de veces que he oído en mi consulta eso de “yo es que tengo un problema: me gustan los heteros”. Si a eso le añadimos que algún hetero homófobo si que es fácil de encontrarse, debemos reconocer que la combinación “gay+hetero” puede ser, como poco, peligrosamente inestable. Sin embargo, muchos hombres heterosexuales comienzan a babear de envidia cuando les contamos sobre cuartos oscuros, saunas, zonas de cruising ¡y ya ni te digo cuando les abrimos el Grindr! Algunos incluso se preguntan “¿por qué no habré sido yo gay?” cuando nos oyen hablar de sexo tan abierta y naturalmente. No es que nos resulte difícil relacionarnos, es que puede provocar situaciones de lo más variopinto: al fin y al cabo, ¿qué puede haber más confuso que un hetero con una erección provocada por el relato de un gay? A menudo, tras la reacción de muchos heterosexuales que dicen aquello de “que corra el aire”, no hay más que una medida de seguridad porque no tienen muy claro si no querrían, realmente, caer en la tentación de probar a montárselo con un gay. Eso sí, en cualquier caso, tú nunca te enamores, cariño. Porque lo que les hace heterosexuales es que se enamorarán de mujeres y nunca de hombres. O tienes la suerte de toparte con un bisexual, o lo de ese chico y tú nunca pasará de un buen polvazo (o dos). De todas formas, siempre que la relación no sea íntima o siempre que no se toquen temas sexuales, cualquiera de nosotros puede tener una excelentísima relación con cualquier hombre hetero y en cualquier lugar: en la calle, en el vecindario, en el trabajo. Solamente las relaciones más íntimas y privadas, aquellas donde se podrían generar situaciones más confusas, serían un terreno en el que mejor saber por dónde pisamos antes de adentrarnos en él.
PUESTO 9. LOS GAIS NO TENEMOS CLARO POR QUÉ SOMOS GAIS.
Me sigue sorprendiendo que haya tantos gais que no sepan por qué lo son o que piensen que lo son por razones equivocadas. Homosexual es aquella persona que desea sexual y afectivamente a personas de su mismo sexo con independencia de que esto se traduzca en relaciones sexuales (J. I. Bayle Ayensa, Estudiando la homosexualidad. Pirámide).
Ser gay significa que te enamoras de hombres y no de mujeres. Ser gay no tiene nada que ver con el sexo de las personas con las que follas, sino con el sexo de las personas de las que te enamoras. Y esto es así: la orientación sexual es algo afectivo, no de prácticas sexuales. Naturalmente, la primera señal de que –cuando llegue el momento- te enamorarás de un hombre, es que te sientes atraído sexualmente por ellos y, naturalmente, si te enamoras de un hombre, lo desearás sexualmente. Pero lo fundamental, lo profundamente imprescindible para poder decir que eres gay, es que te enamoras (cuando sucede) de hombres. Y eso está en lo más profundo de tu cerebro (literalmente: en tu hipotálamo) donde un conjuntito de neuronas están configuradas para activar tus circuitos de enamoramiento si aparece un varón que las estimule adecuadamente. Estas neuronas responden a las feromonas masculinas y están así configuradas por una serie de razones que tienen que ver con tus genes y con unos mecanismos que deciden si estos genes se activan o no. El hecho es que, si durante tu vida fetal, se producen unos niveles hormonales determinados, eso hará que nazcas con un cerebro gay que provocará que te enamores de un hombre (y no de una mujer), cuando seas adulto. Nadie es gay porque haya tenido un trauma con las mujeres ni porque haya vivido una mala relación con su madre o porque añore a su padre (pajas mentales y excusas todos somos capaces de inventarnos). Ni porque tenga un “alma femenina”. Somos gais porque nuestros cerebros, que son el lugar donde se encuentra todo lo que somos, son gais. Hay tanta evidencia al respecto que, pese a quien le pese, no podemos seguir negándolo por más tiempo.
PUESTO 8. LA HOMOSEXUALIDAD ES UN DEFECTO.
¡Qué manía! La homosexualidad no es un defecto. Claro que, ¿qué voy a decir yo? Si yo “lo admitiera” estaría admitiendo mi propia defectuosidad (y mi ego me lo impide, of course) así que haré lo que solemos hacer las personas inteligentes: argumentar (¿ves como lo de mi ego es cierto?). Décadas atrás, los científicos se planteaban un enigma sobre la homosexualidad: si los homosexuales (en principio) no nos reproducíamos y ello impedía que pudiéramos legar nuestros “genes gais” a nuestra descendencia, ¿cómo era posible que, en lugar de extinguirnos, en cada momento histórico y en cada cultura del planeta hubiera un porcentaje más o menos estable de personas homosexuales? Por si la pregunta no tuviese suficiente intriga (¡si es que somos fascinantes!), a medida que se investigaba sobre las causas de la homosexualidad, se fueron encontrando más y más evidencias de que la naturaleza empleaba todo tipo de recursos para provocar la homosexualidad (genes, epigenética -a la wikipedia, cariño-, hormonas, orden de nacimiento, etc.). Los científicos estaban en ascuas porque, si esto nuestro fuese un defecto, ¿cómo es que la naturaleza se lo curraba tanto para tener siempre su 10% de homosexuales sobre el planeta? Y ahí estaban los científicos pensando, pensando, pensando, hasta que llegó la sociobiología, exclamó “¡eureka, ya lo tenemos!” y ofreció una respuesta: en los seres humanos, así como en otras especies sociales, la homosexualidad garantiza una tasa óptima de reproductividad. Primero porque no todo el mundo se reproduce y segundo porque, en caso de fallecimiento de los padres, las crías siempre tendrán unos padres de reserva que se hagan cargo de ellas. Así, cada generación de “cachorritos” humanos tendrá unos padres o madres de reserva que se encargarán de darles una infancia feliz en un hogar protector y cálido. Y misterio resuelto: los gais no somos un defecto, sino una garantía. Por eso mamá naturaleza se preocupa tanto de que nunca faltemos maricones en este mundo. La mala noticia es que, ya que no se trata de una “enfermedad”, no cobrarás nunca una pensión por maricón: ¡hala: a trabajar!
PUESTO 7. LOS GAIS TENEMOS MUY BUENA RELACIÓN CON LAS MUJERES… NO, ESPERA: TENEMOS MUY MALA RELACIÓN CON ELLAS.
A ver, aquí no se aclara nadie. Por un lado nos llaman misóginos porque –dicen- somos muy machistas y falócratas y que –para nosotros- las mujeres no existen. Por otra parte nos dicen que somos los amigos ideales para las chicas ya que nadie escucha como nosotros y siempre estamos ahí cuando ellas nos necesitan. Y, también, que damos los mejores consejos sobre sexo (porque, para “putas”, nosotros) Luego, que si ninguneamos a las mujeres y que nuestra relación es especialmente mala con las lesbianas. Después que todos tenemos nuestra mariliendre y que tenemos magníficas relaciones con nuestras hermanas. Y que con las primeras que hacemos piña es con las lesbianas. Lo dicho: aquí no se aclara nadie. Igual es que no hay nada que aclarar porque se trata de otro mito más. Lo que sí es cierto, y esto está recogido en un estudio que publicó el Journal of Homosexuality hace unos años, es que los gais habitualmente salimos del armario con nuestras hermanas antes que con ningún otro amigo o miembro de la familia. Visto así, igual nuestra relación con las mujeres, especialmente con las que percibimos cercanas, es cálida y confiada sin que, por ello, esa relación se convierta en un episodio de “Sex and the City”.
PUESTO 6. LOS GAIS TENEMOS UNA PERSONALIDAD DISTINTIVA QUE NOS IDENTIFICA.
Que si más sensibles, que si menos viriles, que si más solidarios… ¿cómo somos los gais? Personalmente sí que encuentro ciertas diferencias entre gais y heterosexuales aunque estoy persuadido de que, éstas, son un efecto biográfico en la mayoría de los casos. Creo que, a causa de la vida que nos ha tocado vivir, los gais tenemos una ciertas diferencias de personalidad respecto de los heterosexuales. Somos menos competitivos aunque más inseguros. Más proclives a mostrar afecto aunque tenemos más miedo a vincularnos. Los gais más jóvenes de grandes ciudades, ya que no se ven obligados ni a mentir sobre quiénes son, ni a dejar de relacionarse con sus amigos de siempre, viven exactamente el mismo desarrollo social que tendrían si hubiesen nacido heterosexuales. Así que no hay grandes diferencias de personalidad entre unos y otros. No obstante, hay una cierta impronta de la testosterona perinatal (búscalo en el diccionario, a veces uso estos cultismos para parecer un tío bien preparado y que luego no me digan que no contribuyo al enriquecimiento léxico de mis lectores porque soy un malhablado). Esa impronta se nota también en los rasgos de personalidad. Sin embargo, como todo en los humanos, no lo hacen al estilo “todo o nada” sino que estos rasgos presentan una distribución estadística conocida como “curva normal” (o “curva de Gauss”). Sin enrollarme demasiado, diré que esto significa que, si comparas la puntuación media de dos grupos de personas (gais vs. heteros), puede que obtengas algunas diferencias significativas entre esas puntuaciones medias pero, sin embargo, te encontrarás siempre algún individuo que esté muy por debajo o por muy encima de la media de su propio grupo. Estos individuos puntuarán incluso más alto (o más bajo) que la media del otro grupo con el que los comparas. Dicho de otro modo: aunque los gais, por lo general, seamos más cuidadosos con nuestro aspecto físico de lo que lo son los heterosexuales por término medio, siempre te podrás encontrar a algún hetero más cuidadoso con su aspecto físico de lo que lo somos nosotros o a algún gay que sea más descuidado que cualquier heterosexual… (y tanto tú como yo, sabemos que puercos hay unos cuantos por el ambiente ¿o no?).
PUESTO 5. LOS GAIS TENEMOS UNOS GUSTOS DISTINTIVOS QUE NOS DIFERENCIAN DE LOS HOMBRES HETEROSEXUALES.
Hombre… digamos que no he visto a demasiados heterosexuales discutiendo sobre si es mejor Madonna que Lady Gaga o viceversa, ni a demasiados gais comentando si las alineaciones de Tito Vilanova son más eficaces que las de Guardiola. También es cierto que hay gais y heterosexuales que pasan en igual medida de divas y de fútbol. De nuevo volvemos al asunto de las medias grupales y las puntuaciones individuales que explico en el apartado sobre la personalidad que acabas de leer. Si recuerdas mi artículo “La Odisea del Gay II” (septiembre 2012), hablo de que atravesamos una serie de etapas hasta que asumimos con naturalidad nuestra homosexualidad. Una de esas etapas es la conocida como “de Comparación” y se caracteriza por la búsqueda de referentes. En aquel artículo yo decía “…la necesidad de encontrar iguales con los que poder socializar y, a través de ellos, conocerse a uno mismo. La búsqueda de referentes en la “cultura gay” favorece que se realicen muchos comportamientos estereotipados. ¿Has visto alguna vez un grupo de mariclones? Sí, hombre: un grupo de gais que llevan todos el mismo peinado, las mismas gafas, los mismos pantalones cortos, los mismos tatuajes (en el mismo hombro), las mismas zapatillas, bailando la misma música, bebiendo los mismos combinados… pues eso: mariclones. Es el precio que se paga por encontrar referentes…”. A lo mejor no se trata de que tengamos unos gustos similares sino de que, una vez comenzamos a socializar con otros gais, adoptamos unos patrones que se comparten por el grupo y que nos aportan una identidad que necesitamos encontrar en esos momentos. Eso de los “gustos similares” sería una especie de fase que casi todos atravesamos. De cualquier manera es curioso como nos agradan estilos musicales similares y llevamos más o menos los mismos grupos en el mp3, usamos un estilo de ropa hasta cierto punto identificable, coincidimos en el modo en que disfrutamos nuestro ocio, etc. Así que, tal vez, algo haya en nuestros cerebros que nos haga – grosso modo- tener gustos similares. O no (jejeje): ¡no hay una respuesta concluyente!
PUESTO 4. LOS GAIS TENEMOS UNA SEXUALIDAD MÁS RICA Y ABUNDANTE QUE LOS HETEROSEXUALES.
En este momento tú, yo y otros cuantos estamos pensando “¡joder! pues a mí me han tocado todos los pocos gais de sexualidad pobre y rutinaria que deben quedar en el mundo, ¡qué mala suerte tengo!”. No, cariño, es que esto es un topicazo como cualquier otro ¡ya quisiéramos que no fuese un mito! La única diferencia entre gais y heterosexuales en este sentido es que los gais de grandes ciudades tenemos un acceso mucho más fácil al sexo lúdico que los heterosexuales pero nada más. Los gais de ciudades pequeñas no tienen tanto acceso a lugares de cruising, ni a saunas, ni a nada de nada. Y no hablemos ya de los gais de pueblo. Pero cantidad no significa calidad (ejem, ejem, ejem: no va con segundas). Que tengamos (algunos) más disponibilidad para tener sexo no quiere decir que sea un sexo más divertido, ni gratificante, ni nada de nada. Es más directo y más accesible pero –en nada- diferente. En consulta se oyen los mismos problemas de falta de deseo, de problemas para relajarse, de falta de imaginación, de relaciones rutinarias, etc., que en una consulta sexológica heterosexual. La única ventaja, si acaso, es que en caso de problema de erección siempre puedes darte la vuelta y hacer de pasivo (aunque no suele ser una solución duradera si no eres exclusivamente pasivo). Por último, recordemos que no tenemos más sexo porque seamos más promiscuos, sino porque nos relacionamos con otros hombres. Si hombres y mujeres tuviesen los mismos pocos remilgos para mantener relaciones sexuales, los heterosexuales follarían tanto o más que nosotros. Una demostración de esto que afirmo la encuentras, cada fin de semana, en las discotecas poligoneras. Quien quiera ver caído este mito,que se dé una vueltecita por allí, aunque solamente sea por “curiosidad antropológica” y verá cómo deja de tener dudas acerca de la voracidad sexual de los heteros.
PUESTO3. LOS GAIS TENEMOS UN PUNTO DE FEMINIDAD.
Pues sí. Y el que dice que no, sobreactúa. O pues no. Y el que dice que sí, extrapola. No hay respuesta. Te vas a encontrar gais muy afeminados y llenos de plumas. Te vas a encontrar gais muy viriles y sin nada de pluma. Te vas a encontrar maricas que se comportan como camioneros en determinados momentos y chulazos machorrotes que se ponen pamela para ver la boda de Guillermo y Catalina (sí, por la tele: con té y pastas, la pena es que no se hicieron fotos, ¡qué amigos más originales tengo!). Hay muchos gais que van de leñadores pero que no hacen más que sobreactuar una virilidad que, en el fondo de sus mentes, temen no tener. Y también hay gais amanerados que están hartísimos de evitar unos gestos “que les delatan” y no poder ser naturales. Probablemente sea difícil llegar a una conclusión definitiva porque para ello deberíamos definir qué es femenino y qué es masculino, cosa harto difícil. Después deberíamos hacer un sondeo a todos los gais para ver cuántos puntuábamos (o no) según los baremos de la feminidad y, solamente entonces, podríamos llegar a esa conclusión. Algo hay de cierto en ello dado de que los niveles bajos de testosterona perinatal tienen mucho que decir a la hora de que seamos gais, pero también es cierto que este mito se debe a un cierto “efecto halo” que tiene que ver con la visibilidad y la reconocibilidad y que explicaré en el mito que ocupa el puesto número 1
PUESTO 2o. LOS GAIS TENEMOS UN NIVEL DE VIDA MAYOR QUE EL DE LOS HETEROSEXUALES.
Este tópico les provoca una risa “de cargarse” a todos mis amigos en paro, aunque tiene un puntito de razón. Los gais solteros tenemos el mismo nivel de vida que los heterosexuales solteros. Los gais casados y con hijos tienen el mismo nivel de vida que los heterosexuales casados y con hijos (y los gais y heteros divorciados que deben pasar pensión alimenticia, ya no tienen, ni siquiera, nivel de vida). La clave reside en que los solteros siempre tendremos mejor nivel que vida que los casados que ganen el mismo salario que nosotros, porque podremos hacer una distribución del gasto diferente de la que hagan aquellos que deben criar unos hijos con todo lo que eso supone. La única diferencia entre gais y heterosexuales es que hay muchos más gais solteros y sin hijos que heterosexuales ¡y no porque no queramos casarnos! sino porque, para nosotros, formar una familia es infinitamente más complicado que para una pareja heterosexual. Si todos gozásemos de las mismas oportunidades en el acceso a la reproductividad, este tópico se derrumbaría inmediatamente y veríamos a las parejas gais haciendo las mismas cuentas para llegar a final de mes que los heterosexuales. Podríamos convertir esto en un slogan para conseguir el acceso a la paternidad subrogada: “¿Quieres dejar de envidiar mi coche? ¡Permíteme alquilar un vientre!”… ¡igual hasta funcionaba!
PUESTO 1. LOS GAIS TENEMOS UN ASPECTO Y GESTUALIDAD QUE DELATAN NUESTRA HOMOSEXUALIDAD: ¡TENEMOS PLUMA!
Este asunto genera una reacción muy intensa entre los hombres gais. De hecho, este fue el mito más votado como “más extendido y falso” cuando hice el sondeo. Que los demás consideren que hay algo en ti que te marca como gay es algo que, muchos de nosotros nos llevamos bien. No llevamos bien la pluma (un día tendré que escribir sobre “plumofobia”, ya lo estoy viendo venir). No llevamos bien que se nos note que somos gais y eso me parece mal y me parece bien. Me parece bien porque una de las cosas que considero importantes es que destruyamos el prejuicio que afirma que somos diferentes: no hay nada sustancialmente importante que nos distinga del resto de hombres. Pero me parece muy mal por el rechazo a la pluma, parece como si no hubiésemos aprendido que está mal discriminar y parece que se nos olvida también algo muy importante que tiene que ver con el respeto a quienes siempre fueron visibles. Hasta hace poco, los únicos homosexuales que se reconocían públicamente como tales eran aquellos con más pluma (los demás estábamos muy calentitos en el armario mientras a ellos les partían las caras por esos barrios). De esta manera, se asociaron las ideas “amaneramiento” y “homosexualidad” quedando tan unidas que, en el momento que compartes con alguien que eres gay, esa persona se queda esperando que se te caiga alguna pluma más tarde o más temprano. Si en lugar de escondernos, los gais no amanerados, hubiésemos sido visibles (como sucedía en la Grecia clásica, por ejemplo) nadie pensaría que los homosexuales tenemos un punto de feminidad diferente del punto de feminidad que puede tener cualquier hetero. Al fin y al cabo, ¿qué es femenino y qué es masculino? Pues eso. Tampoco olvides que la mitad de tu información genética proviene de una mujer ¡tu madre!, así que algo de ella tendrás.
Por último, permíteme desearte un 2013 felicísimo y lleno de todo lo bueno que quieras en tu vida. En mi web y, sobre todo, en mi blog o en las redes sociales, me tienes a tu disposición. Este año espero hacer más talleres, charlas, conferencias, encuentros, visitas y todo aquello que tú puedas necesitar para ser algo más feliz en tu vida. Como siempre te digo: quiérete mucho, maricón. Y déjame estar a tu lado para ayudarte a hacerlo. Un besazo y hasta muy prontito.
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