La lluvia dorada

 La lluvia dorada
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La mayoría de las fantasías sexuales son «típicas y comunes»

Según el criterio de andar por casa, una fantasía sexual es rara si jamás se nos ha pasado a nosotros por la cabeza, y en cambio resulta de lo más habitual si forma parte de nuestro particular repertorio imaginativo. Los psicólogos y psiquiatras necesitan unas pautas más objetivas para juzgar a sus pacientes, con vistas a situarlos más allá o más acá de la frontera de lo patológico, pero no abundan los estudios que determinen hasta qué punto están extendidas las diversas filias y parafilias.

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No me negaréis que lluvia dorada es un nombre con glamour. Para algunos, demasiado estiloso teniendo en cuenta a qué se refiere; para otros, perfectamente acorde a lo maravilloso que es. Porque la lluvia dorada, o lo que es lo mismo orinar sobre tu pareja o que te orine encima, es una práctica sexual que genera amores y odios. Hay a quien le encanta (darla y/o recibirla) y hay quien opina que es, directamente, una guarrada.

El origen de la lluvia dorada viene de la mitología griega. El rey Acrisio fue a consulta a un oráculo porque no tenía descendencia masculina y este le dijo que el germen nacido de su hija le asesinaría y le quitaría el trono. Por esa razón el rey encerró a su hija Dánae en una torre de bronce. Pero el Dios Zeus ya se había fijado en Dánae y una torre de bronce no iba a impedir al Dios griego acceder a ella, para superar los muros de la torre se convirtió en lluvia dorada y así pudo fecundar a Danae.

Esta práctica se incluye dentro de la urolagnia o urofilia que es la excitación sexual producida por la orina. Incluye diferentes posibilidades: orinar en la cara y cuerpo de otro, urofagia que implica beberla, ver o ser visto durante la micción, placer al orinarse encima y mojar la ropa o por el olor de la orina. También incluye el orinar dentro de la vagina o ano de la pareja.

La orina normal está compuesta por un 95% de agua, un 2% de sales minerales y 3% de urea. Contiene menos bacterias que la saliva. Practicada entre personas sanas, la lluvia dorada no ha de conllevar ningún riesgo, ni recibida en el cuerpo ni bebida (aunque no es conveniente abusar de su ingesta y vigilad que no caiga en los ojos, escuece bastante). De hecho, en la medicina tradicional existe la orinoterapia, que defiende el uso terapéutico de la orina por las propiedades beneficiosas de la urea (antibacteriana, antiviral y antimicótica). Respecto a orinar dentro de la vagina o el ano habría que ser más prudentes. Si bien no tiene por qué causar ningún problema, no es recomendable excederse ya que la orina puede atacar al ph de la vagina o a las mucosas del ano.

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Como es fácil de imaginar, la lluvia dorada va unida en muchos casos a situaciones de humillación (es habitual en relaciones de dominación-sumisión), también genera intimidad al compartir un acto tan personal. Una vez quitados los prejuicios alrededor de la orina (porque es innegable que se trata de un desecho del cuerpo humano), recibir la lluvia en el cuerpo puede producir una sensación agradable al sentir un líquido calentito. Beberla puede resultar similar a beber agua del mar por su sabor salado.

Por consiguiente, la urofilia es un tipo de parafilia, dentro de las muchas que existen, la cual se manifiesta con una satisfacción sexual por la orina y el acto de la micción. Se encuadra dentro de las prácticas sexuales extremas y está aceptada por el colectivo BDSM (Bondage y Disciplina; Sadismo y Masoquismo).

Pueden practicarla tanto por hombres como por mujeres, y se da tanto en heterosexuales, como en homosexuales, y tiene variantes como orinarse encima durante la relación sexual, orinar al compañero sexual y hasta incluso beber la micción o hacérsela beber a la pareja. Las personas que practican la urofilia, pueden ser activos o pasivos en lo que a esta práctica se refiere, ya que algunos gozarán de orinar a su pareja, mientras que otros lo harán, al ser orinados.

Quien practica la urofilia, suele ir a baños públicos o espiar a personas, ya que sienten placer al ver el chorro de orina, el olor de la misma o escuchar el ruido que ésta produce. Generalmente, el urofílico, disfruta de orinar en público o de ver orinar a alguien. Una práctica, que, aunque parezca mentira, es adoptada por muchas personas, que lo describen como algo extremadamente placentero y excitante.

 

Aunque es una práctica minoritaria y que para muchos resulte repulsiva o extraña, no es considerada como una patología.

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