Promiscuos: Gays vs. Heteros
Sea un tópico o no, un cliché desafortunado o no, el ángel caído de la promiscuidad ha rondado a los gays como si de una peste negra se tratase. La verdad, no es sino, algo que no se disfruta al oírse en boca de los demás. Así que vamos a intentar descifrar qué es la promiscuidad, hasta donde llega, si realmente somos tan putones los gays, y en qué lugar se encuentran los heterosexuales.
DEFINIENDO EL TÉRMINO
Todos nos llenamos la boca hablando de promiscuidad, pero, ¿realmente sabes lo que significa? ¿Cuando eres promiscuo? ¿Si te tiras a dos a la vez, a tres, cuatro…? Según los que se suelen llamar expertos en la materia, se suele considerar que la promiscuidad es una experiencia de contacto con otras personas sin ningún componente amoroso. Según otros, a los que no pienso nombrar para hacerles publicidad, o sea, los políticos de rancio abolengo, con la llegada del sida, han promulgado su propia definición: son promiscuos (y por lo tanto peligrosos) quienes practican el sexo con más de una persona durante seis meses. Los más graciosos “opinólogos” del tema, se encuentran en la Iglesia. Estos aseguran que irás al infiernos¡ si te miras la pilila. Bromas a parte, según ellos, eres promiscuo siempre que no te lo haces con tu pareja heterosexual de siempre. Los gays nos quemamos en la hoguera directamente. También existe una opción eufemística, que me encanta como suena: el poliamor. Al que se le quita el componente inhumano a la promiscuidad y se le añade la desinencia del romanticismo. Pero sentir es experimentar sensaciones: en mayor o menor grado. Así que hay que hilar muy fino para distinguir entre promiscuidad y poliamor. Personalmente me encanta recitar un par de frases de la que no recuerdo la procedencia y que rezan así: “La fidelidad consiste en que lo sepan los tres”, y “Promiscuo es cuando se tienen más parejas que yo mismo”.
LA FAMA
De siempre se ha dicho que los gays somos mucho más promiscuos que los heterosexuales. Pero, reflexionemos un poco. Si lo pensamos bien, lo que sí tenemos los gays, por suerte o por desgracia, es una mayor facilidad para practicar el sexo. Despojados del lastre de la religión, y, cómo no, de normas morales sociales de las que históricamente hemos sido expulsados por tan sólo acostarnos con personas de nuestro mismo sexo, ha permitido que nos liberemos de la losa del temor al castigo por el sexo. El sexo es natural, bueno y saludable (recuerda: siempre practica el sexo seguro). Todo este rollo es para decir que nosotros tenemos saunas, lugares de cruising, cuartos oscuros, donde poder echar un kiki. Somos más fáciles a la hora de decidir si nos damos el lote, o si nos apetece un rollo de una noche o de dos. Este paso es mucho más complicado para los heteros, ya que todo esto no lo poseen. Pero no por ello, estamos asintiendo a la etiqueta de la promiscuidad gay. Sigamos con el razonamiento. Pensemos, cuantos chaperos (a mi me gusta llamarles chicos con demasiado amor dentro) existen en una ciudad, como por ejemplo, Madrid o Barcelona. Seguro que muchos. ¿Pero cuantos hay en Valladolid o Girona? Planteemos la cuestión en el otro lado de la cama. ¿Cuántas prostitutas hay en Madrid o Barcelona? Muchas, muchísimas. ¿Y en Valladolid o Girona? Muchas. Más que muchas. Si hay tantas prostitutas es porque se tiran a muchos tios heteros. Luego es falso la premisa de que los más promiscuos seamos los gays. En todo caso, no lo hacemos tan ocultos como nosotros creíamos. Ay que ver con los arbustos, ya no son lo que eran, habrá que regalos más para que sean más frondosos.
EN PAREJA LIBERAL
Este tipo de término siempre había sido reservado para el colectivo gay. Pero resulta que no sólo nosotros la hacemos servir. De hecho, existen referentes históricos que así lo prueban. Hoy en día, quién tiene locales de intercambio de parejas, así a lo bruto. Pues, sí, los heterosexuales. Habría que pensar en abrir uno de estos para los gays. ¿No creéis? Sin desviarnos del tema, ¿cuándo una pareja liberal se puede considerar promiscua? ¿Se debería considerarla siempre? Pensemos con el cerebro porque aquí se complica el tema. En primer lugar, afirmaremos, a pesar que de que los puritanos nos tacharán de infames por decir esto, que la pareja liberal es el estado avanzado de liberación de dicha pareja.
Esto es un poco como el comunismo. En la teoría es perfecto, luego en la práctica, no tanto. Pero, ¿qué tiene de malo estar en pareja y follar con otros tíos? Siempre que folles de forma segura, tu estas con tu novio porque lo quieres, ese estado mental, no lo puedes obtener de un “aquí te pillo y aquí te la meto”. Unos instantes de placer carnal no valen tanto como toda una vida junto a la persona que quieres. Así que cuando no entras a formar parte del club de los liberales es porque dudas de tu pareja, y de ti mismo y del amor que sentís el uno por el otro. Dicho esto, digamos que en este estadio superior, la promiscuidad no existe, ni para los gays ni para los heterosexuales.
¿ES BUENO O MALO?
Realmente, ¿quién tiene en su poder la verdad absoluta? Ser promiscuo, ¿es una pena negra o una bendición divina? Nadie tiene la potestad para juzgar moralmente a las personas por la insignificante razón de con quién se acuestan, con cuantos follan a la semana, o con cuantos de lo hacen a la vez. Todo ese rollo de la moralidad casta es una fantochada, una carga porque hemos sido programados desde pequeños para diferenciar el bien del mal. Pero donde está la línea que separa a los dos términos. ¿Quién es más malo? Aquel que mata a una persona para robarle o aquel que mata al que ha matado. Eso va por los países que tienen pena de muerte como los Estados Unidos de la hipocresía y falsa moral. ¿Quién es más malo? Aquel que se ha follado a 20 o el que se ha follado a 40. ¿Dónde está lo malo?
Y EL GANADOR ES…
Después de todo lo que hemos razonado y discutido con nosotros mismos. La sensación que queda es que no hay ni ganadores ni perdedores. Sino que un empate es lo más coherente y lógico. Porque al fin y al cabo todos somos animales, racionales, pero animales, porque formamos parte de la naturaleza y a todos nos gusta follar. A los heteros tanto como a los gays. Y quien lo niegue, es que niega a la propia naturaleza que creo a todos los seres, tal y como somos. Y ninguno es mejor o peor que los otros. Simplemente, el follar es cosa de todos. Y en el siglo en el que vivimos ya es hora de que nos quitemos de encima falsas moralidades, hipocresías varias, y vivir cada uno como quiera, sin mentiras, ni castigos por ser como cada uno quiere ser. En resumen, que tan promiscuos somos los gays que los heteros, simplemente la diferencia radica en como la practicamos y en qué posición nos ponemos.