Un tema de Pelotas mal entendido
El fútbol es el deporte de masas que mantiene muy arraigado en su interior un ambiente cargado de machismo donde parece imposible que una persona homosexual pueda ser aceptada, y mucho menos tener éxito. Entrenadores, presidentes de clubs, los propios jugadores, aficiones, forman parte de este complejo entramado heterosexista, razón principal por la cual, hasta el momento ningún futbolista conocido ha salido del armario. Tan sólo tenemos como referente al valiente futbolista inglés Justin Fashanu que tristemente falleció en 1998 y fue el único que se atrevió a decir que era gay.
Debemos entender la presión a la que los jugadores profesionales están sometidos ya de por si. Si a esa presión le añadimos la del salir del armario en un mundo hostil para un homosexual el resultado es previsible.
¿Qué ocurría si una joven estrella del deporte rey, el fútbol, decidiera afirmar que es gay, revelando su orientación sexual al mundo entero? Obviamente no lo tendría fácil. Para empezar sería objetivo de las feroces críticas y burlas de las aficiones rivales. Cuantas veces hemos oído en el campo eso de “Guti, Guti, Guti, maricón”. Eso en primer lugar, luego vendrían las miradas extrañas de los compañeros en el campo, la opinión de los aficionados del club, los hinchas más radicales no querrían que jugase, en los vestuarios tendría problemas con los compañeros, sobretodo a la hora de las ducharse o cambiarse en el misma habitación, todo ello haría que la presidencia se viera presionada por un clima de enrarecimiento y acabara por sucumbir ante el entorno deshaciéndose del jugador a las primeras de cambio. Esto es una suposición escueta y rápida de lo que podría pasarle a alguien que quisiera salir del armario en el fútbol.
Los jugadores optan por la solución más sencilla, esconder cuáles son sus gustos y fingir que es heterosexual para no ser víctima de la presión e intolerancia, jugar el papel del resto sin integrar completamente su personalidad afectiva hacia sus verdaderos deseos. La presión social es más que fuerte. Prueba de ello es que tan sólo existen dos peñas gays en el mundo, y una es la del Barça. Pero aún así, no son muchas las banderas del arcoiris que se puedan ver en un campo de fútbol. Por esa razón y con el motivo de sensibilizar a la opinión pública y a los medios de comunicación se lanzó el Día Internacional contra la homofobia en el fútbol, con el apoyo de la red europea contra la intolerancia en el Fútbol (FARE), aunque se lamentó que ninguno de los futbolistas gays de las ligas profesionales haya salido del armario públicamente todavía. Lógico por un lado, tristemente por otro. Justamente esta celebración del día 19 de febrero coincidió con la fecha de nacimiento del único futbolista profesional que reconoció su homosexualidad públicamente hasta el momento, el fallecido Justin Fashanu.
Desde las asociaciones LGTB españolas se ha estado trabajando en el tema para erradicar el discurso homofóbico en escuelas deportivas y campos de fútbol de todo el país, invitando a los hinchas y seguidores a eliminar el lenguaje homófono y a denunciar conductas agresivas o discriminatorias que se produzcan en el terreno de juego.
Y por si no aún lo dudaba alguien, el presidente de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), Joseph Blatter se manifestaba muy progresista en unas declaraciones en el diario británico The Times, «existe homosexualidad en el fútbol, hay futbolistas gays, pero no lo declaran porque creen que no serían aceptados en estas organizaciones de hombres», afirmaba el dirigente.
Si los jugadores heterosexuales pueden presentar a sus parejas públicamente disfrutando de todo lo que ofrece una vida de ese tipo, ¿por qué los jugadores gays deberían dejar de esconder a sus novios? Salir públicamente del armario para ser referentes positivos para la juventud sería un buen ejemplo de conducta, pero habrá que estar con ellos en todos los sentidos si queremos que empiecen a salir del armario.