San Petersburgo, la ciudad de los Zares

 San Petersburgo, la ciudad de los Zares

Sant Petersburg Rusia

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El sueño de Pedro el Grande era construir una gran ciudad de estilo europeo a orillas del mar Báltico, una ventana a occidente.

 

Para ello eligió un lugar en la desembocadura del río Neva, al extremo del Golfo de Finlandia y allí colocó la primera piedra de la fortaleza de San Pedro y San Pablo. Dentro de la catedral homónima entre sus murallas guardadas por el águila imperial de dos cabezas reposan hoy los zares de Rusia. A la fortaleza le siguió el Almirantazgo, el astillero en el que se construiría la flota del Báltico, y desde el cual se abrió una vía hacia el monasterio de Aleksander Nevsky –que hoy es la avenida principal de la ciudad, Nevsky Prospekt. Así nació la que durante dos siglos sería capital de un imperio de 22.400.000km2 y casi 180 millones de súbditos, una joya arquitectónica ubicada sobre 42 islas y entrecruzada por canales y ríos, considerada la Venecia del Norte.

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Санкт-Петербу́рг, transcrito Sankt-Peterburg, se encuentra a 640km de Moscú y a solo 7 grados por debajo del Círculo Polar Ártico – durante el mes de junio goza de 19 horas de luz, época que se conoce como “Las noches blancas”. La segunda ciudad más grande de Rusia con unos 5M de habitantes fue el escenario de la Revolución de Octubre de 1917 y es la capital cultural del país, una urbe vibrante, dinámica y moderna con una gran escena de bares, restaurantes y comercios y mucha vida en la calle. Gran parte de su patrimonio histórico y cultural protegido por la UNESCO se concentra alrededor del Almirantazgo, núcleo de la ciudad original. El edifico actual del Admiralteystvo se completó en 1823 en estilo clásico del Imperio Ruso y destaca por la aguja y la veleta en forma de barco, símbolos de la ciudad, que coronan una torre de 72m.

La cercana parada de metro de Admiralteyskaya, 86m bajo tierra, es la tercera más profunda del mundo. En torno a esta parada hallamos algunos de los puntos más emblemáticos de San Petersburgo, como Catedral de San Isaac (de 1858), cuya cúpula dorada se puede divisar desde numerosos puntos de la ciudad. Destacan también sus columnas del pórtico talladas en granito rojo. Con una capacidad para 14.000 personas hoy funciona como museo y sólo se organizan misas solemnes en ocasiones especiales.

La extensa plaza del Palacio es uno de los puntos más espectaculares de la ciudad, con el Palacio de Invierno, sede del Hermitage, a un lado, el edificio del Estado Mayor con su Arco triunfal al otro y la columna de Alejandro en medio.

El gran emblema de la ciudad es, sin duda, el Palacio de Invierno, que fue la residencia real de los zares. El edificio actual fue diseñado a mediados del siglo XVIII en estilo barroco por encargo de la emperatriz Isabel. 4000 personas trabajaron en la construcción de una estructura de tres plantas – con más de 1000 habitaciones, 1.786 puertas, 1.945 ventanas y 117 escaleras. Catalina la Grande mandaría construir un anexo para guardar su pinacoteca, que bautizó como Ermitage y que es el origen del museo actual.

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El zar Nicolás había abdicado tras revolución de febrero de 1917 y el palacio era la sede de un gobierno provisional cuando en octubre de 1917 las fuerzas bolcheviques lo asaltaron. Un asalto para la historia, que se convertiría en el símbolo de la Revolución Rusa.

Actualmente el palacio acoge uno de los museos más famosos del mundo, el Hermitage, que guarda 2.7 millones de piezas y una de las colecciones más completas de pintura occidental y de arte asiático. Se calcula que si quisiéramos pasar un minuto contemplando cada una de sus obras necesitaríamos 11 años. Y eso sin contar con el entorno– simplemente pasear por sus salones es una experiencia maravillosa que empieza cuando ascendemos la monumental escalinata principal como hacían en tiempos de los zares los dignatarios extranjeros que asistían a las recepciones oficiales.

En el centro de la plaza se alza la Columna de Alejandro, un monolito de granito rojo de 600 toneladas de peso y 47 metros construido para conmemorar la victoria contra Napoleón. Al extremo opuesto se encuentra el Estado Mayor, que destaca por el inmenso arco triunfal central que lo atraviesa y abre la plaza hacia Nevsky Prospekt. En esta elegante avenida se alzan algunos de los edificios emblemáticos de San Petersburgo, como la Catedral de Kazan, la antigua sede de la Singer, la iglesia del Salvador Sobre la Sangre Derramada, el Gran Hotel Europa, el Museo Ruso, la Biblioteca Nacional, las galerías comerciales (Gostiny Dvor), el monumento a Catalina la Grande o el puente de Anichov, decorado con figuras ecuestres. Nevsky es la principal calle comercial y el centro de la vida nocturna, con numerosos restaurantes y locales.

Inspirada en San Pedro de Roma y construida entre 1801 y 1811 para convertirse en la principal iglesia ortodoxa del país, la Catedral de Nuestra Señora de Kazan destaca por su impresionante soportal semicircular con columnas en torno a un jardín con una fuente central. Reconvertida por los bolcheviques en el Museo de la Historia de la Religión y el ateísmo se vuelven a oficiar misas desde hace un par de años aunque sigue compartiendo el espacio con el Museo de la Historia de la Religión (las referencias al ateísmo han desaparecido).

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En el punto donde en marzo de 1881 el emperador Alejandro II fue asesinado, la familia imperial mandó erigir la iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada, la única construcción de estilo ortodoxo ruso en medio de un centro histórico muy europeo. Está decorada con mosaicos detallados tanto por fuera como por dentro, con las típicas cúpulas de colores y ubicada junto al canal de Grivoyedov, ofreciendo una imagen muy pintoresca. El arquitecto italiano Carlo Rossi diseñó la plaza de las Artes y los emblemáticos edificios que lo rodean, como el Palacio Mikhailovsky, sede del Museo Ruso. A su alrededor se encuentran el Museo Etnográfico, el Teatro Maly de ópera y ballet y el Auditorio de la Filarmónica de San Petersburgo.

Gostiny Dvor es el nombre común que reciben en Rusia las galerías comerciales cubiertas construidas a principios del s. XIX. Las de San Petersburgo fueron las primeras, no solo de Rusia (las obras se iniciaron en 1757 y tardaron 28 años) sino del mundo. Ocupan una superficie de 53.000km2 y su interior reformado aloja un moderno centro comercial conservando la fachada neoclásica.

Solo pasear junto a los canales es una experiencia que nos permite descubrir rincones y edificios emblemáticos, como la iglesia de la Trinidad con sus cúpulas de color azul con estrellas doradas que se elevan 80 metros por encima de los edificios de alrededor. Junto a la iglesia se halla un mercadillo con paradas de sombreros de piel y suvenires. Aquí podemos encontrar un imán de nevera tanto de Dostoievski como de Lenin, Putin o incluso Stalin. Las tiendas de suvenires ofrecen una curiosa mezcla de objetos típicos como matrioshkas, sombreros, huevos Fabergé o botellas de vodka, recuerdos nostálgicos de la Unión Soviética y tazas de Vladimir Putin en actitudes varias (la más memorable el fotomontaje del presidente cabalgando un oso). Merece la pena entrar a echar un vistazo, son muy divertidas.

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La catedral barroca de San Nicolás se alza en medio de un parque en el meandro del canal Griboyedov. Se la conoce como la catedral de los marineros y sus muros están decorados con escenas navales. Es una de las pocas catedrales que se mantuvieron abiertas durante la era Soviética.

La otra gran institución cultural de San Petersburgo, después del Hermitage, es el Teatro Mariinsky, sede de la ópera y el ballet de la ciudad, el más importante actualmente de Rusia. La tradición del ballet en la ciudad es antigua y de hecho, las primeras bailarinas eran tradicionalmente las amantes de nobles y zares– y más adelante de los líderes del partido comunista. En este teatro inaugurado en 1860 han estrenado obras compositores como Txaikovski, Mussorgski y Rimski-Korsakov.

 

Siguiendo el río Moika encontramos otras joyas. Por ejemplo en la plaza de San Isaac, en el lado opuesto a la catedral, se alza el neoclásico Palacio Mariinsky, unido a la plaza por el Puente Azul de hierro forjado de 1818. Fue residencia de la Gran Duquesa María Nikolaevna, construido por encargo de su padre el zar Nicolás I.

Siguiendo el río nos topamos con el Palacio Yusupov, famoso por haber sido escenario del asesinato de Grigori Rasputin en diciembre de 1916. Según la leyenda fue envenenado en el sótano de este palacio con pastelitos rellenos de cianuro pero no murió. Le dispararon por la espalda y aun así se levantó y echó a andar, así que lo golpearon, lo ataron y lo lanzaron al río donde murió finalmente de hipotermia, tras lo cual le arrancaron el corazón y lo castraron.

Nosotros solo tuvimos tiempo de ver unos pocos de los numerosos palacios de la ciudad. Y a pesar de que en noviembre oscurece temprano, San Petersburgo, de noche, es una ciudad brillante. Literalmente. Todas las fachadas del casco histórico están bellamente iluminadas. Esto hace que a pesar de las pocas horas de luz invernales la ciudad de Pushkin, Gogol y Dostoievski siga viva y vibrante y se pueda visitar perfectamente fuera de los meses de verano.

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